sábado, 27 de julio de 2013

Cinema Paradis (11)

La semana había sido un ir y venir sin tregua alguna. Me esperaba el primer fin de semana libre después de meses enlazando un trabajo con otro. La noche sería mía, así que, decidí irme a uno de mis restaurantes japoneses favoritos de la ciudad y después lo que se me antojase.
Hacía bastante calor por lo que me decante por un vestido de corte clásico entallado y muy femenino a juego con el último par de zapatos que me había regalado Nathalie por mi cumpleaños.


Me miré al espejo antes de salir, me gustaba lo que se reflejaba, tanto que no dudé en dibujar un poco más mis labios de Russian Red.


Al salir llamé un taxi para que me acercase al Restaurante en el que había hecho la reserva y en escasos minutos me encontraba sentada en el decidiendo entre la múltitud de platos que tanto me gustaban.


Si algo no podía negar era que me gustaba tanto el shushi como jugar. Cogía con destreza los palillos para degustar aquellos rollos perfectamente formados. La mirada se fue al frente y se topó con los ojos de alguien que no perdía detalle de cuanto hacía. De forma divertida y pícara empecé a acercar cada bocado con los palillos en un gesto tan sensual que aquel hombre no podía dejar de mirarme. Me resultaba tan divertido como excitante y más teniendo en cuenta que frente a él tenía a una mujer morena  enfundada en un vestido plateado.


El mundo es un pañuelo y frente a mí , tenía sentado a Etienne.


Se mostraba inquieto en la silla atento a cualquiera de mis movimientos. Sutilmente con gestos y miradas nos introdujimos en un baile que duró toda la cena.


Quizá en otro momento no habría dudado en acercarme a los baños y hacerle un gesto invitatorio, sin embargo, me apetecía disfrutar del resto de la noche y no había mejor modo que continuar lo que ya estaba empezado


Cuando finalmente pagué la cuenta, me levanté y caminé hacía la puerta pasando por la mesa donde se encontraban sentados. Devolví la sonrisa aquella mujer que le acompañaba y él, al pasar hizo un movimiento en la silla  con el cual hizo que se le cayese la servilleta a modo de excusa.


Me agaché en gesto coqueto para devolvérsela, nuestras caras se aproximaron y puede sentir su aliento. Se la entregué y su mirada ardiente le delató.


-Merci Mademoiselle


-De rien, Monsieur et bon profit !


Salí despacio perdiéndome entre los biombos de la entrada. Me mordía los labios divertida por la escena. La noche acababa de empezar.


Llamé a un taxi para dirigirme a unos cines cercanos. Hacía mucho que no podía disfrutar de una película en la gran pantalla y era un buen plan.


En el trayecto a destino escuché un aviso de WhatsApp. Me había olvidado de apagar ese cacharro. Lo que menos quería era un aviso de mi jefe aguándome la  primera noche libre.
Bajé la pestañita y sorpresa!.


Etienne : Necesito verte, Juliette


Juliette : Bonsoir, me alegro de que nos hayamos vuelto a encontrar.


Etienne: Dime donde estás e iré a buscarte en cuanto acabe la cena.


Juliette : Tengo planes esta noche y tú parece que también.


Etienne : En 20 mn salgo y quiero saber donde encontrarte.


Juliette : Jajaja, veo que no te das por vencido


Etienne : Nunca


Juliette : 4 Rues des Escaliers Sainte- Anne. En las últimas filas del cine. Disfrute de la cena, Monsieur


Ettienne : Hasta ahora.


Pagué la carrera al taxista y fuí a sacar la entrada para la sesión que ya casi estaba empezada.
Me dirigí hasta la parte final del mismo con cuidado de no tropezar y pensando divertida si me encontraría.


Me acomodé en la butaca y dejé el bolso en la de al lado. Lo cierto es que había más público del que pensé. El vestido abotonado de arriba abajo se abría caprichoso más de lo que me hubiese gustado y no tenía con que cubrirme si guardaba el asiento de al lado. Bueno, al fin y al acabo estaba a oscuras.


Lo vi aparecer enseguida, miraba de un lado a otro mientras buscaba algún mensaje en su móvil que no llegaba. Finalmente nos miramos y se apresuró a acomodarse a mi lado.


- Bonsoir Juliette.


- Bonsoir. Llegas tarde. No te enterarás de que va la película- respondí divertida.


Me devolvió la sonrisa prestando atención a la parte de mis muslos que había quedado descubierta.


Acariciaba mis piernas suavemente fijando la vista en la pantalla, pequeños círculos con su dedo índice que me ponían el vello de punta. Era irresistiblemente tentador. Aparente inmune a lo que hacía. Me cogió la mano y me la puso en su entrepierna notando una inminente erección que acabó de acalorarme aún más. Seguía acariciándome sin más, entregado a cada roce de la yema de sus dedos y yo no podía más. Quería avalanzarme sobre él, algo impropio en mi. Esperaba que él lo hiciese pero tampoco . No lograba entenderlo.


Faltaban escasos minutos para finalizar la película y me separó las piernas con cuidado. Buscó mi sexo entre la ropa interior de encaje negro y cuando alcazó a tocarlo resopló. Resopló muy profundo y hundió sus dedos en él. Aún mi mano en su entrepierna noté como aquello aumentaba provocado por lo que acababa de encontrarse.


Sacó su mano rápidamente para mi asombro y me recolocó el vestido.


- ¡Vámonos!.


- No!, aún no a terminado...


- Vámonos y no te quiero escuchar más.


Sus palabras me cogieron por sorpresa y ni tan siquiera a día de hoy como no respondí. Su mezcla explosiva de caballero con ese semblante serio definitivamente me imponían.
Me llevó cogida de la mano hasta la salida del cine y en una de las bocacalles presuroso me empujó contra una pared llevado por un impetuoso deseo. Me cogió por los muslos y subió el vestido cogiendo fuertemente mis nalgas mientras nuestras bocas luchaban en una batalla campal. Jadeos, mordiéndome sin dejarme apenas respirar creí iba a perder la consciencia un instante.


Se separo y se puso pegado a mis espalda haciéndome notar su sexo en mi trasero  y dirigiéndome a donde imaginé debía estar su coche.


- Sube.


- Será si quiero.


- ¡Sube!.


- No...


-Te he dicho que subas. Hazme caso o será peor.


- Jajajaja, Estoy acostumbrada a hacer lo que quiero y cuando quiero.


- Eso sería antes de conocerme a mí, Mademoiselle. Sube al coche.


- Está bien.


No sabía a qué estaba jugando ni lo que pretendía pero aquello de algún modo me gustaba.
Subí y se dedicó a la conducción durante un largo rato sin dirigirme la palabra. No tenía ni idea de hacía donde me llevaba. Me distraía tratando de averiguar qué estaría pensando y con la emisora de música que sonaba en ese instante


Posó su mano en mis muslos de nuevo, aunque está vez me había tapado con el bolso.
Por fin volví a escuchar su voz.


- ¿Te habrá resultado divertida la cena, verdad?.


- ¿A mí?, claro pero creo que la tuya lo fue más.


- No has parado de provocarme en ningún momento.


- No me digas que ahora soy culpable por mordisquear un trozo de shushi- dije sonriendo
Me cogió del pelo en un solo movimiento  y llevó  mi cara justo  a su entrepierna. Podía notar el calor que despedía.


- ¿Notas lo que pasa?.


- Sí.


- Lo mismo que me sucede una y otra vez cada vez que te recuerdo.


- No me diga que por eso me van a castigar en la hoguera-. Dije entre risas.


- Mademoiselle, no me gusta que me contradigan.


- Ni a mí que es lo que tengo o no tengo que hacer.


Me acercó aún más a él quedando estiraba bocabajo en mi asiento. Mientras me acomodaba sentí como me subía el vestido dejando la ropa interior a descubierto. Me acariciaba suavemente las nalgas.


- No te han enseñado aquello que a las personas mayores que uno se les debe obedecer?.


- Venga ya!qué es, dos o tres años mayor que yo ?.


Dejó de acariciarme en seco y dejé de reir cuando sentí una picazón en la nalga derecha fruto del impacto de su mano contra ella.


- ¿Qué estás haciendo?. Para ahora mismo el coche.


- ¿Disculpa?...


- Sí, que qué demonios estás haciendo y que quiero bajarme del coche.
Pasó su mano entre mis piernas buscando mi sexo antes de contestar.
Sonrío satisfactoriamente.


- Te estoy enseñando quien manda aquí.


- No lo dirás en serio, dije indignada. Haz el favor de parar que yo me voy.


- No es eso lo que dice la humedad de tu sexo.-. Le miré furiosa a la vez que incrédula y tal vez un poco ruborizada.


Me besó, suavemente  antes de propinarme otro fuerte azote que me sobrecogió. Le miré con tanta rabia …


Volvió a sonreir.- Parece  que a  Mademoiselle hay que domarla- dijo divertido.


Mi cara debía ser un poema ,boquiabierta.-¡ A mí no me doma ni mi padre!-. Espeté
- Ya lo veremos pequeña fierecilla- dijo mientras me acariciaba el cabello.


Le dedique una mirada retándole.


- ¿ Quieres que pare y te vas?.


- No.


- ¿Estás segura?.


- Si.


Entonces debes saber que este es mi coche, que las reglas las pongo yo y que cuanto hay en él me pertenece incluida tú.


No daba crédito a lo que estaba escuchando pero tampoco quería perdermelo. Se había vuelto loco o jugaba a algo desconocido para mí.


Sácate la ropa interior y guárdala en el bolsillo de mi pantalón. Separa las piernas lo suficiente para que pueda tocarte sin tener que moverme del asiento.



- Pero...
- Sin reschistar. No quiero escuchar una sola palabra. Házlo!-. ¿Me estaba ordenando callar?. Este hombre no sabía con quien se había topado..


- Me parece que no me has entendido. Que no me baje aquí en mitad de un descampado no significa nada más.


- Ni una palabra. Quítate la ropa interior como te he dicho y separa las piernas. Ahora!.


- No..


- ¡Obedece!...

domingo, 14 de julio de 2013

El Sofá (10)



Había estado enclaustrada toda la tarde estudiando español para el examen decisivo que en la escuela oficial de idiomas tendría próximamente. Tras las paredes de mi apartamento la ciudad ofrecía eventos mas ociosos y atractivos que aquellos que tenía entre manos pero así entre verbos, adjetivos, conjugaciones... la tarde había dado paso a una cálida noche.

El español era un idioma que me apasionaba. Mi madre; española de origen, se había ocupado de enseñarme desde mi tierna infancia la fonética y la gramática hasta donde podía. A mi memoria arreciaban aquellos veranos felices por tierras castellanas y la confluencia cotidiana de huéspedes españoles que acudían, a nuestro pequeño hostal provenzal cada temporada.

No sé el cómputo de horas que había pasado entre apuntes, cuartillas y libros pero mis ojos necesitaban descansar y la mente un poco de relax. La sencilla ensalada y el trozo de melón de cantaloup que habían supuesto mi cena, ocupaban parte de la mesa de mi ordenador que recogí primorosamente antes de hacer un destrozo no deliberado en mis libros.

Revisé mis mensajes de teléfono y comprobé mis correos respondiendo alguno atrasado. Eran algo más de las once, y me encontraba aquella noche de martes sola en casa. Hacía un calor insoportable y el ventilador cabeceaba de izquierda a derecha proporcionando una refrescante brisa que hacía ondear mi pelo a su paso. La ola de calor por lo que decían en los partes meteorológicos aun se mantendría durante varios días.

Mi camisola blanca estampada se fusionaba a mi piel y a mi pecho marcando descaradamente de esta forma mis senos. El aceite corporal tras la ducha favorecía esa adherencia. Me sentía revolucionada, quizás porque las hormonas andaban revueltas.

Tumbada en mi sofá de tres plazas y con el teléfono cerca comencé una conversación algo subida de tono con Nathalie que esa noche estaba de cena con unas amigas. La cena había concluido y estaban con las copas. Creo, que las copas pasaron a un segundo plano cuando el “WhatsApp” ganó protagonismo . A cada comentario pícaro que le iba relizando se le sumaba una respuesta cada vez mas excitante. El juego entre chicas me es sumamente sutil, diferente y entre nosotras alcanzaba unos niveles muy morbosos. Le mandé alguna foto de mis braguitas azules y rojas de Tommy Hildfiger que ella respondió desde los aseos del local con otra de su tanga fucsia. Así estuvimos un buen rato, tonteando y caldeándonos hasta que Nathalie no pudo eludir mas a sus amigas y tuvo que regresar.

Desde hacía rato mi ordenador emitía los zumbidos característicos de las conversaciones entrantes por el chat pero yo estaba a otras cosas. Ahora que me hallaba más desocupada decidí mirar. Tenía varios amigos conectados que intentaban hablar conmigo. De entre aquellas conversaciones una me despertó una sonrisa maliciosa y ladina. Era momento de seguir practicando español:

(Juliette): Mario, que bueno encontrarte. Estás?...

(Mario): Hola Juliette!!. Sí ,aquí estoy guapa, pensé que hoy no hablaría contigo. Perdona que el otro día tuviera que cortar de forma tan seca pero me sorprendieron en la oficina. Había quedado con una amiga y no tuve consciencia del tiempo.

(Juliette): Vaya...una amiga?...mmm. Quieres picar mi curiosidad?... Porque lo acabas de hacer. Ya me estás contando...jajaja. Soy tremenda. Lo sé

“El español” como yo le llamaba comenzó a darme descuentos sobre Maica, contándome lo excitado que estaba cuando esta irrumpió en su despacho. Iba narrándolo, con detalles y minuciosamente. Se notaba que poseía el don de la palabra escrita.

(Mario): Entró sin llamar...y bueno, tuve que cortar. Casi no podía levantarme de la silla sin disimular la erección.

(Juliette) . Que morbazo si te pilla..jajaja

(Mario): Que retorcida eres, francesita!

(Juliette): ...Puede ser ...!

(Mario): Sabes qué?. Después de que dejara de hablar contigo y de camino al restaurante, pasó algo...

Volví a sentir como mi estado de excitación aumentaba. Mario, haciendo uso de un perfecto español y una fina retórica, la cual me ayudo a una entera comprensión de cuanto me decía, fue desgranando cuanto pasó en aquel ascensor. Me pidió si podíamos vernos por la “cam”. No soy dada a poner cámara pero....¿por qué no?. Recordaba bien su rostro el cual me cautivo en la gasolinera y a la tenue luz de su habitación se le veía especialmente atractivo. Solicitó conectar el audio pero le dije que prefería leerle. Se encontraba desnudo de torso. Estribado entre el cabecero de su cama y la almohada donde descansaba su cadera. No se apreciaba bien pero parecía llevar un pantalón de pijama de finas listas, veraniego.

Mis manos por debajo de la mesa y fuera del la cobertura de la cámara del ordenador acariciaban el interior de mis muslos. Él, iba contándome cuanto era capaz de acordarse sin omitir detalles, como digo. El dorso de mis manos sentían el calor de mi sexo. Segundos después se abrían paso entre mi piel y mi ropa interior. El ritmo de su narración se ralentizaba de forma progresiva y el extraño movimiento de su brazo derecho lo delató.

(Juliette): No estarás haciendo nada indecente, verdad?...El españolito se ha excitado con su propia historia?

(Mario): Tú que crees?

(Juliette): Estás cometiendo un acto tan pecaminoso como el mío;)

Ladeó su portátil orientándolo a la derecha con lo que dejó de primer plano su miembro endurecido atrapado entre su mano diestra. Era grande y se apreciaban las venas que lo surcaban. De repente note, como una mano caliente se me posó en la nuca. Me sobresalte.

-Ya, veo que no me estabas esperando, bombón-. Dijo entono de reproche Nathalie desde mi espalda golpeando con su aliento mis oídos con cada palabra.

-Siempre te estoy esperando-. Respondí antes de darle un beso húmedo que atrapó su labio inferior entre los míos.

(Mario): Quién es?. Tu compañera de piso anda por ahí?...

(Juliette): Uy...me ha surgido algo urgente que requiere de mi atención, querido Mario...pero no seré tan desconsiderada como fuiste conmigo y dejaré la cámara conectada....Disfruta, españolito de como la gastamos aquí las francesas...;o)

Me levanté de la butaca del ordenador y llevándome la mano a la boca, dediqué un beso a quien al otro lado de la cámara agarraba, cada vez con mas fuerza aquel pene henchido. Hice “click” en el “on” del audio. Tomé a Nathalie dulcemente de la mano y la llevé al sofá. Donde mi amigo español podría ver perfectamente cuanto pasara.

Rodeé con mis brazos su cuerpo y le dije suave al oído desde mi boca en su cuello

-Déshabille-toi-. A lo que ella obedeció sin rechistar

Nos desnudamos. Yo, por completo ella se dejó únicamente sus tanga fucsia. Mario estaba atónito y presa de una gran excitación. No podía ver su cara pero el primer plano de su sexo no daba lugar a la duda.

Frente a frente, dejando nuestras manos deslizarse por nuestros cuerpos comenzamos un juego de caricias. Mis dedos recorrían su espalda dulce y suave describiendo un sendero sin retorno hacia pecado. Tomé delicadamente su rostro para besar su boca con profundo deseo. Mi lengua se acomodaba a la suya quedando tímidamente atrapada entre sus dientes. Nathalie contraatacaba lamiendo mi cuello desde la clavícula hasta la prominencia de mi barbilla.

Me acomode en el sofá contemplando su esbelta figura. Su pelo, sucumbía sensual a la gravedad desde aquellos hombros simétricos y su mirada destila erotismo en una dosis letal. Tomó una de mis piernas elevándola sobre su cabeza. Sus manos parecían tocar los acordes armónicos de un arpa imaginario sobre mis mulos. Su boca juguetona comenzó a besarme, a morderme apasionadamente dejando el rastro de su carmín quemando sobre mi piel. De soslayo dirigía mi mirada a Mario, pensado como estaría al otro lado de su ordenador y con ello mi excitación iba a más.

Me retorcí de placer cuando noté el calor de su aliento y el roce de sus labios sobre mi sexo. Sus manos recorrían mi vientre convulso y mi pecho se ofrecía voluptuoso al despliegue de sus dedos. Su cabeza se movía acompasada al ritmo de su lengua. Mis manos navegaban en el mar de sus cabellos rubios y sedosos sin rumbo. Sus ojos buscaban desafiantes a los míos, provocadores y lascivos, mientras nuestras risas eran capturadas por el micrófono de la cámara que transmitía cuanto ocurría.

Se levanto y yo quedé desafiante tumbada en aquel sofá. Con una sonrisa pícara parecía querer hablar sin palabras. Su cuerpo ergido ante el mio parecía una obra del “Renacimiento”. Las horas de gimnasio y su belleza configuraban un cóctel perfecto.

Con elegancia y estudiados movimientos se deshizo del tanga y propinando dos pasos felinos volvió al sofá. Colocó su sexo sobre mi boca y se entregó nuevamente al mio. Ella sobre mi y yo bajo ella. Contrastando nuestras pieles. La de ella morena y yo blanca cual la nieve .Así, enredadas nos alimentamos sin reparos utilizando nuestras lenguas, bocas y manos. Nathalie me miraba pidiendo más y más...y yo se lo daba.

Su cuerpo se desplomó sobre mi después del intenso orgasmo. Mi suspiro largo y profundo certifico el mio.

Me acerqué al ordenador y pude ver como Mario había eyaculado sobre su propio cuerpo.

(Mario): BRUTAL!!!!...Ufff...

(Juliette): Veo que ha sido igualmente de satisfactorio para ti...españolito...

(Mario): No te marches, un segundo...

-C'était un plaisir, au revoir, Monsieur-. Espeté tajante al micrófono de la cámara y cerré la comunicación. Dando media vuelta regresé con Nathalie que me esperaba tumbada en nuestro sofá de tres plazas.




jueves, 4 de julio de 2013

La oficina (9)



Restregó sus manos por aquel rostro cansado. Se reclinó ocupando todo el respaldo de su asiento y exhaló un suspiro. Posó lánguida la mirada hacia el típico recuerdo turístico del “Atomiun de bruselas” que Maica le trajo de Bélgica. Formaba parte del elenco de regalos procedentes de la última visita a la capital europea y que sobre su mesa de madera noble ejercía como pisapapeles, con aquellas bolas plateadas ridículas unidas entre sí (que alguna vez había pensado tirar a la papelera). A sus espaldas, la gran ventana de su despacho, mostraba la ciudad de Barcelona que recortaba con su luminosidad un cielo tímidamente estrellado y una luna creciente sobre el mediterráneo. Los teléfonos descansaban después del ajetreo de aquel día y tan solo el tintineo de la luz del disco duro de su CPU rompía la armonía.

Desde su vuelta de las vacaciones algo cambió irremediablemente. Aquellos días en la Provenza francesa y sobretodo nuestro encuentro en la gasolinera le habían perturbado de alguna manera que no podría definir. Después de mucho tiempo el trabajo no era lo más importante. Después de mucho tiempo nada era lo suficientemente importante. Incluso, Maica, aquella sofisticada mujer, accionista mayoritaria de su negocio y de reputada familia, con la que se veía de vez en cuando; había cambiado. Ahora, ella, era como aquel pisapapeles del cual quería deshacerse pero no podía.

Añadió dos trozos de hielo a un costoso whisky de Malta y se quedó ensimismado en su recuerdo. Saboreó su copa desoyendo su teléfono móvil que recibía mensajes que recocía sin necesidad leer. El tiempo que tanto dinero le costaba se detuvo en la campiña de Avignon entre aroma de lavanda y mi cuerpo.

Abrió el “MAC” incorporándose en su cómodo asiento de piel y dejó su bebida cerca de el. Introdujo su clave personal hasta escuchar el sonido característico de Windows al prenderse. Insertó sus datos en Gmail y al momento recibió notificación de 17 correos nuevos. Uno de ellos tenía en “el asunto” un titulo que iluminó su rostro cansado: “Juliette”.

Abrió la bandeja de entrada:

Que bueno saber nuevamente de ti, mi sensual
acompañante. Disculpa por no haber podido contestar
antes pero he estado ocupada. Me alegro de que
llegaras bien y que encontraras mi mensaje oculto.
No voy negarte que me gustó conocerte y que tenía
ganas de volver hablar contigo.
Besos….Juliette”

Una sonrisa se le escapó entre el estupor y la alegría mientras respondía a mi correo impregnado en un aura de erotismo que intentaba asimilar. Me agregó entre sus contactos apurando su copa de un trago.

Se disponía a apagar su equipo cuando se iluminó en verde el icono de conexión junto a mi nombre. Inmediatamente, me mando un saludo al cual respondí en el mismo tono y forma. Comenzamos a hablar sin consciencia de la hora. Me comentaba de sus días en Francia y de las ganas que tenía de regresar. Yo, le iba leyendo y contestando enredados ambos en esa extraña química que ya vivimos con anterioridad.

Entre risas y frases, iba subiendo el tono de sus palabras y más aún cuando narraba nuestro encuentro. Las imagines venían exultantes de morbo a mi cabeza. No puedo ocultar que el hablar con él también me estaba poniendo muy caliente. Me confesó, que se estaba empalmando en el lugar menos adecuado y apunto estuvo de iniciar una video llamada. Yo, intentaba controlar mis instintos pero el hecho de imaginar su miembro creciendo al otro lado de ordenador mientras aporreaba el teclado me parecía muy estimulante. Repentinamente fuimos interrumpidos.

La puerta de su despacho se abrió de golpe entrando Maica, como un vendaval.

-¿Mario, no habrás olvidado que teníamos una cita esta noche...?-. Dijo en tono autoritario.- Vamos, deja el trabajo y divirtámonos un rato.

Llevaba un traje chaqueta en negro con camisa blanca que le hacía un bonito cuerpo

-Por supuesto...perdona; me enrede con unos correos y no me dado cuenta de la hora-. Respondió excusándose.

Se despidió de mi con un “hasta luego. Estaremos en contacto” y apagó el “MAC”. Se levantó de su silla y se acercó al perchero donde descansaba la chaqueta. Se la colocó y dirigiendo sus pasos hacia Maica la besó levemente. Olía muy bien aquella noche, pensó.

Salieron del despacho sin agarrase para no dar que hablar a las chicas de la limpieza que esas horas trabajaban por allí. Llamaron al ascensor que no tardo en llegar a la última planta. La puerta se cerró pausadamente y pulsó el botón de hall.

Ella, aprovechó para darle un beso muy húmedo que él recibió de buen agrado. Llevado por un estado de excitación aun patente empujó a Maica contra la pared fría y metálica del ascensor. Ella, se sintió violentada pero no apartó su mirada de los ojos de aquel chico atractivo y varios años menor que ella que la escrutaba como nunca antes.

Pulsó el botón de Stop y el ascensor se detuvo en un punto entre el cuarto o quinto piso. El edificio constaba de varios ascensores por lo que creyó, dispondrían de suficiente tiempo antes del que el servicio de seguridad advirtiera de lo que estaba pasando.

Se abalanzó sobre ella oprimiéndola contra si.. Arrebató su bolso y lo lanzó al suelo. La tomó de las muñecas y elevó sus brazos por encima de su cabeza. Ella nunca le había sentido de aquella manera pero le encantaba como le estaba mordisqueando el cuello y como notaba su sexo erecto sobre el suyo. De un movimiento rápido bajó aquellos brazos elevados hacías sus caderas. Mario, cerró sus ojos buscando el aroma de Juliette; primero en su cuello..., luego en sus pechos que estaban duros bajo el sujetador negro de encaje.

Se desabrochó el pantalón sacando su miembro duro. Empujó de los hombros de Maica sin miramientos hacia a bajo. Ávida por el deseo se la metió toda llenándose la cavidad bucal por completo. La sentía palpitante y caliente. Casi no podía respirar pero no dejaba de chupar. La lengua se movía rápida en círculos y su garganta se adaptaba y dilataba al tamaño aquella polla. Se la agarró con fuerza mientras marcaba sus incisivos de forma suave pero intencionadamente en su glande como si de un rastrillo se tratase. Se levantó impulsada por la pasión y comenzó a comerle la boca . Sus besos no eran los de Juliette, tampoco su olor...pero él seguía imaginándome en sus brazos.

No apartaba nuestra conversación interrumpida de su cabeza.

Metió la mano por debajo de la falda dejando su ropa interior al descubierto . La reclinó en el ascensor de espaldas a él. El culo de Maica quedaba expuesto a su entera disposición. Hacia calor y sudaban. La penetró de un golpe con sus dedos proporcionándole su primer orgasmo. Su sexo se encontraba lo suficientemente lubricado como para recibir aquel miembro henchido y duro. En cada embestida ella gritaba posesa . Nunca la había tratado de una forma tan ruda y creía que la iba a reventar. Cerraba sus ojos entregándose al placer. Sus respiración resonaba amplificada en aquel recinto hermético. Le tapó la boca con sus manos ahogando sus jadeos.

Con su falda por la cintura y su tanga enredado en el tobillo, Maica se dejaba hacer. Mario, introdujo un dedo por aquel culo mientras la follaba con ganas. Ella, apoyaba sus manos sobre las paredes del ascensor dejando marcadas sus huellas. Aquello le había dolido pero también le había acentuado su placer. Él continuó penetrándola hasta que no pudo mas. Entonces Maica, se arrodilló, le tomó su miembro y metiéndoselo nuevamente en la boca le proporcionó un orgasmo que culminó en su paladar. Su saliva se mezcló con aquella corrida que lascivamente caía por la comisura de sus labios rojos despintados.