domingo, 19 de enero de 2014

Turbulencias...(16)

El RER se había retrasado y caminaba deprisa por la Terminal ( salidas nacionales) de CDG camino del control de equipajes. Solo escuchaba el sonido de mis tacones pisando con firmeza y el trolley que llevaba como equipaje de mano.

Las tiendas y restaurantes que habían alrededor pasaban como en una película prácticamente siendo imperceptibles.

Maldecí una y otra vez la demora del tren al ver la enorme cola que tenía ante mis ojos. Dí un pequeño traspiés que me hizo resbalar, aunque por fortuna no caer. “¡No puede ser!”, pensé mientras entre mi boca dejaba escapar un leve y sonoro “Putain”. El tacón saltó escurridizo de mi maltrecho zapato. Dejándome en una situación tan incomoda como divertida para cuantos me observaban.

Miré de nuevo el reloj ,pues la hora de embarque estaba próxima y sin pensármelo dos veces ,me quité los zapatos y caminé descalza hasta las bandejas de control para dejar la chaqueta de piel negra, el reloj, el móvil y el fino cinturón que adornaba la falda.
Al levantar la vista no pude que medio jurar en hebreo. Estaba claro que no era mi día; ¿Que más me podía pasar?. Unos pasos más adelante estaba “Él”.

Esto es increíble. Coincidir el mismo día, hora y lugar de destino...¡¡Esto es el colmo!!.
Trate de no pensar , continuar con lo que estaba haciendo. Con un poco de suerte iríamos distantes en el vuelo y ni tan siquiera nos viésemos.

Pasé el control de seguridad y subí directa al avión me acomodé dejando el trolley en la parte superior junto con la chaqueta. Rompí el otro tacón que no costó en demasía. Era la mejor opción. Al menos, no iría descalza y total, las “parisinas” estaban de moda.

Me abroché el cinturón y cerré los ojos intentando relajarme después de lo que había corrido a lo largo de la mañana.

Una voz inesperada pronunció mi nombre y me hizo dar un respingo en el asiento.

  • Vaya, parece que nos volvemos a encontrar y somos compañeros de vuelo.
    ¡Por favor!, esa voz tan conocida. No me lo podía creer. Abrí los ojos de sopetón y allí me lo encontré, plantado frente a mí, sonriendo y a punto de sentarse a mi lado.
  • ¡No puedo creerlo!-. Exclamé.- ¿Tú?...¿pero cómo diablos es posible, Etienne?. ¿Cómo diantres es posible que de entre todos los día, todos los vuelos, todas las horas y todos los asientos del mundo me tope contigo?.
  • Bueno...salvo en lo del asiento todo lo demás ha sido casual. Dijo en tono sarcástico.
  • ¿El asiento?-. Pregunte mal humorada.
  • Sí, te explico, mira disimuladamente-. Me recomendó. - Aquel simpático hombre de la barba del final del avión. Mostrando una gran cortesía sumada a una singular aportación de 50 euros me lo ha cambiado sin la menor objeción .

Estaba claro que fuese corto o largo el vuelo no me quedaba otra que resignarme.
Mi cara debía de ser todo un poema porque no pudo evitar reírse divertido.

Le miré como si le fulminase de modo que hizo se callara hasta que me incorporé y volvió a reírse. El muy maldito tenia una sonrisa preciosa.

Perdóname, Juliette pero deberías haber visto tu cara. Ni que te hubieses encontrado al mismísimo demonio.
  • Al mismo demonio no sé, pero, a su primo-hermano me parece que sí. Respondí mientras me giraba y me disponía a mirar por la ventanilla.
  • No pensarás ignorarme durante el trayecto,¿verdad?.Jajaja
  • Es una opción bastante factible.
  • Juliette, te confesaré una cosa ; me dan pavor los aviones.
  • Pues hala, piensa en vacas y flores y así se te hace más llevadero.
Me sonreía divertida para mis adentros. No se esperaba la contestación y se quedó en silencio unos minutos mientras se abrochaba el cinturón.

El avión cogía impulso por la pista de aterrizaje y empezaba a tomar altura. Le miré de reojo, estaba tenso en el asiento y más blanco que una pared encalada.
Le puse la mano sobre el muslo y sin mirarle apenas le pregunté divertida.

-¿Te damos la manita para que se te pase el miedo hasta que el avión se mantenga estable en el aire?
Me miró con respuesta de no haberle hecho gracia ninguna, pero ante otra opción mejor, respondió de buenas formas.


Eres muy amable, Juliette. Cogió mi mano y se la llevó a su entrepierna ante mi cara de asombro.

- Ahora estoy mucho más relajado-. Me dijo con esa sonrisa maliciosa que tanto domina..


Intenté sacar la mano pero tiraba con fuerza y no dejaba. Me estaba empezando a enfadar y cuanto más lo hacía más notaba el calor que me traspasaba ,el crecimiento del algo que también recordaba a la perfección.

Que sepas que esto no lo arreglas enviando unas flores. Haz el favor de soltarme la mano o gritaré.
  • ¿Si?¿Qué vas a decir? Señorita el caballero que tengo al lado me tiene apresada la mano entre sus piernas y me está encantando?.
  • Etienne!
  • Juliette'
  • Oh! si supieses cuánto me exasperas!
Miré de nuevo hacía la ventanilla y nos mantuvimos en silencio unos instantes.
Al rato, noté como jugaba con su dedo índice sobre mi muslo. La falda dejaba entrever mis piernas con lo que no le fue difícil ir subiendo por ellas.
Le miré contrariada pero no dijo nada, al menos por palabras pero cada vez notaba más su esplendor en mi mano.

Me separó las piernas y siguió subiendo hasta encontrarse con uno de los ligueros que se ceñían caprichosos a mi muslo.
Estiró de él provocando un leve sonido al impactar de nuevo contra la piel.

  • Puff-. R

    esopló.
Siguió deslizándose por la fina piel que se encontraba a su paso justo hasta donde quería. Rozó ligeramente con las yemas de los dedos el encaje de la ropa interior. La posición no le era propicia por lo que no dudó en desabrochar el cinturón y girarse hacia mi asiento mirando antes a los pasajeros del otro lado del pasillo.

Separó un poco la tela y rozo levemente mi sexo.

  • Por Dios, Juliette...
    .
Noté una explosión de calor en mi mano que me hizo girar hacía él.
Su boca estaba tan cerca de la mía que notaba el calor de su aliento. Le habría saboreado en ese mismo instante, impulsiva como soy.

Inconscientemente separé las piernas facilitándole el paso. Sus dedos acariciaban con tal maestría que junté las piernas de nuevo ,disimulando pequeñas sacudidas que nacían en mis entrañas mientras mi mano ,acariciaba con ganas lo que apresaba.

Nos miramos encendidos.

De haber estado solos me habría sentado a horcajadas sobre él sin dudarlo.

“Dindong”...el indicador de cinturones abrochados y la megafonía avisando de zona de turtulencias hicieron que volviéramos a nuestras posiciones.

Turbulencias era lo que sentía en esos momento teniéndolo tan cerca.
Me miraba de reojo , así que, ni corta ni perezosa le cogí la mano entrelacé mis dedos con los suyos. Mirando al frente le dije:

-Así no te dará tanto miedo cuando esto empiece a moverse como una tartana,jajaja.
No me des la gracias, ya sabrás como devolvérmelo.
  • Qué mala eres,Juliette!. Esta me la pagas..
  • Yo?,jajaja. Si lo prefieres te suelto la mano-. Hice el tiento de soltársela pero la cogió aún con más fuerza.
  • Ni se te ocurra moverte de ahí.
  • Ya estamos con el “marimandoneo”...tengo fichado tu coche. No te olvides que la próxima te hago un grafitti,ajajaja.
Le estreché de nuevo la mano y le observé mientras el avión se tambaleada. En el fondo lo estaba pasando mal, pero lo disimulaba bastante bien.


Se volvió a encender el piloto y todo volvió a la normalidad salvo en nosotros.

Pasados unos instantes el resto de pasajeros se relajó en su asientos menos Etienne que se levantó nervioso tirando de mi sin saber que pasaba. Me puso delante y me empujaba por el pasillo hacia no sé dónde.

_ Todo bien, Monsieur?. Preguntó amablemente la azafata.

  • Sí,si, gracias. Mi Sra está embarazada y claro, ya sabe las típicas náuseas. Si no le importa la acompañaré al lavabo.
  • Oh,claro claro. Mi más sincera enhorabuena.

Le dí un codazo que le debió doler y furiosa le pregunté en voz baja.

  • Tu mujer y embarazada?. Te ahorcaba ahora si pudiera.
  • Cuidado con lo que deseas, Juliete, donde vamos, podrás ahorcarme con tus piernas bien fuerte si deseas.
Le miré con cara de enfado y disimulando justo al pasar donde estaba la otra azafata en la puerta del baño, me llevé la mano a la boca con un gesto de evitar una náusea.

Una vez dentro del lavabo y tal como cerró la puerta me empujó de espaldas a la misma hundiendo su cara en mi escote, oliéndome, dejando un rastro húmedo del contacto de su boca.
No sabía si mandarlo al cuerno o seguir ese eterno juego de seducción y sexo que nos traíamos desde que nos conocimos.

Me dejé llevar unos instantes, me subió la falda acariciándome los muslos donde acababa el encaje de los ligeros, se agachó a mi altura y me besó la ingle mientras separaba sutilmente la ropa interior. Su boca se adentraba en terreno pantanoso y ambos lo sabíamos. Su lengua, experta dibujaba cada parte de mi. Le sujete la cabeza para que no se despegara ni un segundo conteniendo la respiración.

_ Srta Declercq, pierde la compostura?. Preguntó malicioso mientras jugaba con la lengua en la comisura de sus labios.
  • Tanto como la vas a perder tú.
Me acerqué al lavabo, una mano a cada lado y frente al espejo incitándole con la mirada a través de él.
Separé ligeramente las piernas y pensé que dónde estarían mis tacones. No importaba. Me puse de puntillas mientras subía con malicia la falda dejandole ver toda mi retarguardia enfundada en encaje negro.
No dudó en acercarse y restregarse sobre él.

  • Eso no es suficiente, Etienne, no para mí.
  • Jajajaja
Me rocé contra él y noté una gran erección que me hizo resoplar.

  • Así que no es suficiente para ti, petite salope?
Dijo mientras se desabrocha el pantalón y dejaba su inmenso miembro a la vista.
  • Disculpa?. Le pregunté con cara de pocos amigos.
Me empujó hacia delante del lavabo aprovechando a embestirme.
Ambos resoplamos.
  • Eso te pasa por calentarme
  • Estas perdiendo las formas y apenas nos conocemos.
  • No importa, Juliette, tu cuerpo dice otra cosa. -Estás literalmente empapada-. Dijo mientras no paraba de entrar y salir.
  • Podrás disimular de cara a la galería pero no ante mí. Eres una animal sexual y lo sabes.
Le miré furiosa por el espejo y de un solo movimiento me salí.

  • Adónde te crees que vas Srta Declerqc?
  • Dónde me da la real gana.
Sin esperarlo me sujeto de la barbilla succionando mis labios con fuerza.
Inmediatamente sentí un dolor horrible fruto de haberme mordido el labio inferior.
Noté un regusto a sangre y traté de separarme pero me tenía apresada.
Apoyé las manos en su torso manteniendo la tensión y saboreando aquella pizca de sangre, le empujé encendida contra la pared
Desabroché su cinturón y lo saqué de un golpe seco tirándolo a un lado. Quité los botones del pantalón y apresé su erección en mi mano sobre el boxer. Le miraba retante y el deseoso acabo por tomar asiento en la taza del wc.
Me subí la falda antes de ponerme de rodillas entre sus piernas. Con la boca pegada en sus boxer le traspasaba el calor de mi aliento mientras mis dedos por debajo jugaban. Cerraba los ojos presa del momento cuando le miré y le bajé el boxer hasta los tobillos.
Me dediqué a recorrer sus inglés con los humedad de los labios mientras el vaivén de mi mano izquierda acompañaba .
Escupí sobre su sexo erecto dejando un hilachón de saliva que le hizo soltar un “Joder Juliette, deberías perder los modales más a menudo”. Abrió los ojos y le sonreí maliciosa, mordiéndome los labios antes de metérmela en la boca y acompañar los gestos al vaivén de mi mano.

Cogí una de sus manos y separando las piernas aún más, llevé un par de sus dedos y los introduje dentro de mí.
  • Dios, estás ...estás...
  • ¿Cómo estoy? Pregunté sin apenas sacar su sexo de mi boca y dejando caer un reguero de saliva por la mandíbula.
  • Estás que te follaba ahora mismo cara al espejo.
  • Se nos acaba el tiempo, Etienne, respondí al tiempo que escuchamos unas voces en la puerta.
Seguí con el juego,con ganas, con deseo, como el mismo que habría dejado me empotrase contra el lavabo justo hasta que sentí como explotaba en mi boca, entremezclándose con mi saliva.

Me levanté rápida para adecentarme la ropa mientras él subía la suya. Había gente fuera y debíamos salir.

Justo cuando abría la puerta me topé con la azafata que se quedó mirando fijamente a la barbilla.
Inmediatamente, me di cuenta de la viscosidad pasándome la mano suavemente.


-Estas malditas náuseas me matarán-. Dije socarrona, mostrando la mejor de las sonrisas mientras el indicador luminoso indicaba que debíamos abrocharnos el cinturón sobre la ciudad de la luz.