miércoles, 26 de marzo de 2014

La cena (17)

Atravesamos una pequeña galería que conducía a un amplio salón finamente decorado. Lucía colores sobrios y lámparas colgantes de cristal en los techos las cuales proporcionaban una tenue luz, que no llegaba desentonar con el ambiente cálido y acogedor del local.

La música de piano en directo amenizaba a los comensales mientras estos daban buena cuenta de sus receptivos platos. En mesas perfectamente dispuestas, decoradas con velas, copas de cristal fino así como brillantes y suntuosos cubiertos.

Aquel señor de refinados modales muy amablemente me llevó hasta la mesa donde mi acompañante esperaba con un típico traje de ejecutivo bien planchado que dictaba mucho de la imagen que guardaba de él en aquellos días del verano. Verle ahí sentado con aquella pose bien estudiada y una copa de vino para amenizar la espera, me puso algo nerviosa y al pasar por delante de una columna en cuyo reflejo me pude ver revise mi atuendo. Blusa blanca con alguna transparencia que deja insinuar sin mostrar y una minifalda negra que conjuntaba perfectamente con mis zapatos de tacón de aguja y mis medias negras.

Sorteamos las mesas con la agilidad de quien se conoce el espacio que transita sin necesidad de mirar y situada justo delante de una enorme ventana cuya panorámica no dejaba inmune y junto a una pequeña réplica del “David”, llegamos.

  • Juliette, cuanto tiempo?-. Dijo levantándose de la silla para endosarme dos besos en ambas mejillas mientras con su mano derecha evitaba que su corbata recalase en la mesa.
  • Bastante, la verdad. Gracias por invitarme, Mario.
  • Espero que el restaurante sea de tu agrado. Vengo bastante por trabajo y de vacaciones por Francia pero nunca había venido a comer aquí.
  • Has acertado de pleno.
  • Estás preciosa, por cierto.- Y un leve y fulgurante rubor iluminó mi rostro.
  • Me he permitido la licencia de seleccionar el vino mientras te esperaba. Si deseas tomar alguna otra cosa...
  • No, vino estará bien...gracias.

Pedimos la cena después de escrutar la carta y la velada transcurrió plácidamente. Las miradas se quedaban suspendidas en el aire sustentadas en entre el deseo y la pasión contenida. Mario tan elegante, tan sobrio y con ese deje español me dejaba encandilar.

  • Me pregunto cuánto disfrutas con este juego-. Y un silencio lleno el espacio entre él y yo. - Pues pienso, y con ello no creo equivocarme en forma alguna, que es algo que estas haciendo desde que has entrado.
Mis párpados se entornaron dejando en su plenitud el ahumado en negro de mi pintura de ojos. Mis pestañas se entornaron para después abrirse y dejar al descubierto mis pupilas iluminadas por la tenue luz de lámpara y el fulgurante brillo de la vela que nos alumbraba.

El silencio volvió a ser el predecesor a las palabras pronunciadas por Mario y la respuesta fue tan sutil como enigmática. Mirada fija a la suya. El leve y febril rubor de mis mejillas ardientes y algo sonrosadas por el vino creaban una atmósfera peculiar. La medio sonrisa dibujada por mis labios de un rojo, el cual impregnaba la transparencia de la copa así como la concupiscencia maliciosa del filo de mi lengua, que no dejaba escapar la ultima gota que empapaba la comisura de mis labios. Hacían arder mi piel y mi sangre

Entonces y sin decir nada empujada por el juego, solté mi pelo que hasta entonces estaba recogido en un perfecto peinado.

Clavadas , seria la descripción mas correcta para definir nuestras miradas en ese instante.

Mario se reclino apoyando la totalidad de la espalda sobre su silla. Acto seguido en un movimiento rápido del cual nadie se percató excepto mi interlocutor, levante el trasero del asiento. Mis manos veloces se introdujeron por el interior de la falda bajando mi tanga que se deslizó con suavidad por muslos, rodilla hasta escabullirse de mis pies en un movimiento preciso para terminar sobre la mesa. Marió sorprendido tomó mi prenda interior rápidamente antes que nadie se percatara de la acción.

Sus manos lo atraparon fuertemente y el calor que aun desprendía le ruborizó la cara.

  • Estas completamente loca, Srta. Declercq.-. Dijo entre el susurro que la risa permitía mientras guardaba el tanga en su chaqueta
  • Y completamente excita-. Dije mientras terminaba el ultimo trago de mi copa.

El camarero se acercó para tomar nota de los postres.

  • ¿Algún postre desean tomar los señores?
  • Champagne, bien frío, por favor. ¡Ah!, y la cuenta. Pedí sorprendiendo a Mario.

No tardó aquel eficiente camarero en traernos lo solicitado. Tomé la botella con descaro de la cubitera dejando a tras un reguero de agua helada y el característico sonido de los hielos chocando entre sí.

  • Te espero en la entrada- . Y mientras me levantaba pude observar como los caballeros de otras mesas y como el propio Mario, me seguían con la mirada. Como obviaban a sus acompañantes fijando sus ojos en la chica de blusa blanca y falda negra caminando con esos tacones altos entre las mesas botella en mano, aun sin descorchar, en dirección de la entrada.

El señor de la recepción que tan amable me acompaño hasta la mesa. Me miraba sin disimular una amigable sonrisa. Yo le devolví la mirada con un guiño cómplice y le sonreí también.

  • ¿Le pido un taxi Madame.?. - Me preguntó
  • Por supuesto, creo que mi acompañante no debe de conducir-. Tomé mi abrigo y salí fuera.

La noche estaba gélida y el calor de vehículo mientras esperaba a Mario fue reconfortante. No recuerdo cuanto tardó en llegar pero no demoró y conforme entraba al cerrar la puerta pronuncio el nombre del hotel en un francés que si no era del todo malo, tampoco era bueno. Era gracioso oírle hablar con aquel deje español con vocales exageradamente abiertas pese a su esfuerzo por lograr una buena fonética.

El taxi enfiló el camino que mi acompañante le había indicado. Y así, ambos en el asiento trasero descorchamos el champagne, el cual bebimos a morro, sin recato y sin pudor. Embriagados por deseo más animal.

Le miraba...le miraba y no era consciente de mis pensamientos. El calor inundaba mi entrañas. Mis mulos se apretaban entre sí. Mi boca rezumaba deseo.

Estaba sexy con su camisa blanca un poco desabrochada y la corbata holgada rodeando su cuello perfectamente afeitado, suave y terso del que desprendía un agradable perfume.

Era guapo y me lo parecía. Sexy y me lo parecía. Deseaba follar con él (para qué negarlo). Quería su miembro dentro de mi. Lo deseaba y sabía que lo tendría. Comenzamos a besarnos. Mi cuerpo atraía al suyo con un extraño magnetismo pero sumamente agradable. El taxista no era ajeno a lo que sucedía en la parte trasera de su coche y nos dirigía miradas de soslayo desde el espejo interior.
Mis piernas enredaban a Mario el cual se dejaba atrapar sin reproches ni titubeos. No sé que paso con la botella de champagne pues desapareció. Creo que la tiró por la ventanilla pero ni el frío de la noche llegué a sentir. Mi boca mordisqueaba sus labios y atrapaba su lengua. Mientras el hilo de su respiración chocaban contra mi paladar y mi propio aliento. Sus manos deshacían mi ya maltrecho peinado. Agarrando con fuerza mi nuca y sosteniendo mi espalda. La erección era palpable y su roce exaltaban mis más bajos instintos enarbolándolos en un juego en espiral sin retorno.

Pude ver como el taxista el cual conducía mas de memoria que por sus atención puesta en la carretera. Mordía sus labios y pasaba la manga de su jersey continuamente por su boca en un “tic” curioso. Durante uno de esos momentos mire sus ojos fijamente. Los cuales esquivó, en un acto de ocultar su vergüenza al verse sorprendido.

Eché mano al sexo de Mario el cual se encontraba en perfecto estado para mis propósitos. Comencé a acariciarlo por encima de la ropa. Él hacia lo propio con su mano por debajo de mi falda buscando sin encontrar dificultad en aquella travesía pues el camino estaba despejado a la oquedad de mi sexo. Sus dedos me proporcionaban un placer que me nublaba la vista y mojaban mis muslos.

Llegamos al hotel y nos recompusimos medianamente como pudimos. Extraje de mi bolso una barra de labios y atuse un poco mi pelo mientras Mario pagaba la carrera. Cuando salimos me acerque inclinando mi cuerpo sobre la ventanilla del taxista.

  • Esto de propina...- Y echando mano del bolsillo de la chaqueta de Mario , extraje el tanga negro que celosamente guardaba y que esa noche había llevado puesto. Y lo dejé caer en el interior del vehículo. Sin mediar mas palabra que un “Bonne soirée” entre en el hall del hotel tomando la mano de mi acompañante.

Se trataba de un elegante hotel en el centro histórico de la ciudad. La recepcionista nos entregó amablemente la tarjeta de la habitación que se encontraba en la cuarta planta. Sobria, elegante y moderna la habitación disponía de una enorme cama con almohadones mullidos y edredón nórdico. Así como de un jacuzzi a nuestra disposición.

Entre y me descalce despreocupada dejando mis zapatos tirados por aquel suelo térmico por el que caminar era un auténtico placer. El jacuzzi burbujeaba creando una tentadora espuma invitándonos a meternos en él. Mi falda y mi blusa blanca caían dejando la desnudez de mi físico expuesto a sus ojos.

  • Vienes. ¿O te vas a quedar ahí mirando?.

Se desnudo atropelladamente. Su mirada se perdió en el techo mientras sus manos libraban sus piernas del pantalón. La corbata salió volando y la camisa perdió algún botón que rodó por el enlosado. No pude reprimir una carcajada que se vio interrumpida en el acto al ver cuando, aquello que tanto deseaba quedó desnudo y ante mi. Se sentó en el borde del jacuzzi apoyando sus manos en él. Mis manos se posaron húmedas sobre sus rodillas dejando un hilo de agua y espuma sobre sus piernas. Separé sus muslos y mi lengua se quemó al calor de su piel.

Su sexo rozaba mis mejillas. Chocaba contra mi cara en movimientos es espasmódicos. Con mi mano la incline contra su vientre plano y me recreé en sus testículos. Mi saliva cada vez mas abundante empapaba sus genitales. Mi lengua ascendía y descendía uniforme a lo largo del cuerpo de su pene. Mojándolo, recorriéndolo, sorteando el relieve de sus venas... Mis labios se abrían haciendo espacio al grosor de su miembro. Lo atrapé firmemente entre mis labios y la fui introduciendo poco a poco adaptando mi garganta a su tamaño. Mis manos rodearon su cintura para terminar agarrando sus glúteos con fuerza. Tanta que mis uñas pintadas de negro marcaron su piel.

Poco a poco iba entrando toda en mi boca. Al principio costaba y me faltaba el aire pero mi saliva cada vez mas espesa, lubricaba bien y facilitaba la penetración hasta la totalidad de su miembro. Notaba el calor cada vez mas incipiente de su glande entre mis labios y mi lengua dibujaba círculos en ella. Hilos de saliva se desprendían y se adherían en el vértice de su miembro. Mi mirada buscaba la suya y la de él la miá pero el placer le hacia extender la cabeza hacia atrás mostrándome la plenitud de su cuello.

El tiempo se ralentizó. Disfruté como una loca de aquella felación. Hubiese podido haber llegado al límite así, con el sólo hecho de succionarsela, pues tal era mi excitación que me sentía incontrolable. Pero no había llegado hasta allí para no sentirlo bien dentro de mi. Así que, me incorporé del jacuzzi y tomando un albornoz blanco con las insignias de hotel sequé mi cuerpo. Lo tomé de la mano y me siguió con la docilidad y la complacencia de un cachorro que sigue a su madre. Le besé; fue un beso tan largo, tan febril, como húmedo y lascivo.

Le eché sobre la cama quedando desprotegido en su desnudez, débil e indefenso. Y lo hice ejerciendo algo menos de fuerza de la que yo misma pensé que necesitaría para tal efecto. Estaba, como diría...”crecida”. Me sentía “fuerte” y “dueña” del placer que deseaba alcanzar.

Tomé el cinto del albornoz. El cual dejó, mi cuerpo desnudo visible en su apertura. Até sus manos a la espalda. No rechistó en ningún momento. De hecho creo no se atrevió a hacerlo. Por otro lado disfrutaba pues su erección así lo indicaba y la sumisión de su cuerpo.

Quedó tumbado en posición supina con su rostro lívido y su mirada puesta en mi senos. Con las manos fuertemente unidas y en lazadas a su espalda; yo, como una gata en celo, me incliné sobre el lecho y gateé hasta la altura de mi boca con la suya. Mi mano se detuvo en sus testículo los cuales masajeé para luego tomándolos con fuerza apretárselos hasta que arqueó su cuerpo presa del dolor. Una ahogada expresión de dolor escapó de su garganta para terminar transformándose casi en un orgasmo contenido.

Me subí encima de él a horcajadas sobre su pene quedando mis mulos y rodilla a ambos lados de sus caderas. Su miembro quedaba justo debajo de mi sexo (parecía fuese a estallar). Coloqué con cuidado el condón y me metí su polla dentro de mi. Tal era el deseo y las ganas que le empapé de fluidos con esa primera entrada. Noté los espasmos del orgasmo flaqueando mis piernas y erizándome la piel. Me quité el albornoz, maniobra que propició tiempo a recuperarme y a retomar el pulso del juego. Lo puse sobre su rostro dejándole sin visión alguna.

Mis caderas comenzaron a cobrar vida y moverse rítmicamente. Lo montaba como una hábil amazona monta a su caballo. Los jadeos de Mario eran patentes y controlados.

“Control”... De repente esa palabra adquiría un significado nuevo. Ejercía el control sobre aquel hombre. Estaba roto, deshecho a mis tribulaciones. No sabría definirlo. Pero era sumamente excitante, y con Mario surgió esa faceta, que con otros del sexo masculino no experimenté.

  • Ni se te ocurra correrte; pues lo harás solo cuando yo te lo ordene-. Susurré en su oído mientras volvía a la vertical de mi posición para continuar cabalgándole.
  • Sí...sí..así será.-. Acertó a pronunciar no sin dificultar.

Perdí la cuenta de las veces que me corrí en esa posición. Fue espectacular. Tuve que variar el ritmo de mis caderas para evitar que eyaculara. Aunque se esforzó en no hacerlo y me lo iba comunicando para hacérmelo saber y así controlarlo.

Por último le incorpore y le lleve a baño con el albornoz aun enrollado en su rostro. Le ayudé como quien ayuda a un invidente a cruzar la carretera. Le puse frente al gran espejo de baño. Me situé detrás de él desnuda como estaba. Le liberé el rostro. Hizo un amago de bajar los ojos al suelo para protegerse de la fuerte luz. Cuando sus ojos se acostumbraron miró al espejo y vio su cuerpo desnudo con el condón aun puesto y a mi detrás de él. Sus manos estaban aun atadas. Le quite el preservativo y comencé a masturbarle desde sus espaldas.

  • Y ahora te vas a correr-. Le sugerí..

Dejé de mirarlo y centré mi mirada en el espectáculo del espejo. Fue rápido no me hizo demorar. Su semen lo salpicó todo. Llegando al espejo, lavabo, impregnando mis manos y con ello mis dedos. Sus piernas flaquearon. Su cuerpo casi se derrumba y su jadeos recorrieron mis
sentidos palmo a palmo.

Solté sus manos y volvimos a la cama. Lo hicimos alguna vez más. Cuando despertó lo hizo sólo pues ya me había marchado. Solo quedó de mi una cosa. Sobre el espejo un mensaje:
  • Hasta la próxima y gracias...Ah, me quedo el albornoz de recuerdo. No olvides pagarlo ;)!!




16 comentarios:

  1. Bomsoir belle Juliette! :)
    Comme toujours un très joli récit, sensuel et excitant! J'adore te lire!
    J'espère que tout va bien pour toi, au plaisir de discuter de nouveau avec toi! :)
    Gros bisous

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    1. Coucou Mickael, j´aime bien te lire aussi et discuter sur tout ce qu´on a en commun.
      Gros bisous et à plus!!

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  2. MENUDA VELADA, EXCITANTE NOCHE...
    MENOS MAL QUE EL TAXISTA NO SE ESTRELLÓ, PERO SE LLEVÓ UNA BUENA PROPINA.
    UN BESAZO JULIETTE!!!

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    1. Lord Shadow,como podrá comprobar, quien se acerca a mi no se queda indiferente, sea o no el protagonista de la historia.;).
      Bisou.

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  3. Coincido con Lord Shadow: el taxista tuvo un justo premio al viaje que os dio, jaja.

    Por cierto, no me importaría ser el botones del hotel en el que haya tenido lugar este sugerente e intenso relato... (y no por ver en persona a Mario, precisamente).

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    1. Como seas el botones del hotel, corres riesgo de ser expulsado por no personarte en el puesto de trabajo.De mi habitación no ibas a salir en casa de osar llamar a mi puerta. Avisado está Ud. ;)

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  4. Excitante y vivo, un relato bien narrado y bien vivido, tanto que excita con solo leerlo, tanto que hace volar la mente, y con la mente el resto, me gusta este descubrimiento que he tenido contigo, y lo he disfrutado, hasta el final. Excelsa.

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    1. Gracias por tu comentario y la conversación que tuvimos.Espero leerte pronto!!

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  5. "Y ahora te vas a correr". Ud sí que sabe: nada más sano que un poco de deporte después de un buen ejercicio…

    Alevoso, Lady Jul. Muy alevoso…

    A sus piés… y subiendo hasta ese corazón tan rojo.

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    1. El deporte, como bien sabe, es sanísimo, en horizontal...vertical...
      Gracias por honrarme con su presencia y sus palabras.
      Reverencia...Juliette.

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  6. Interesante la perspectiva desde la mujer dominante, lo contrario que en el resto de los relatos. Como siempre excitante y sensual.
    Un beso preciosa

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    1. Otro punto de vista,¿lo probamos?.A buen seguro lo disfrutaríamos.
      Hasta pronto!!

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  7. Juas!!! Me encantó la propina del taxista. Ale ten... no tengo billetes pero si algo de valor !!! Jajajaja muy bueno juliette . Cada día me sorprendes más . Un fuerte abrazo . Nathalie

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    1. No puedes tener envidia ni tan siquiera quejarte, las mejores propinas o no propinas te las llevas tú, petite cochonne.
      Bisous!

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  8. Siento no haber podido entrar antes a leerte.
    Con este relato me has hecho recordar .....

    jajaja

    Me ha encantado.
    Besos preciosa

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  9. pufff.. impresionante como siempre!!!! yo tambien quiero que me hagas la amazona!!.. jajajaja. con esta historia y tus fotos ... no he podido resistir la tentación ........esos
    Sidg

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