Sigue al conejo blanco, Juliette,
síguelo y no te detengas. Avanza, no permitas que se te eche el
tiempo encima...corre o el sombrerero te atrapará...pero...¿dónde
estoy?, ¿son mis pasos los que me alientan a seguir o el deseo
dúctil y febril que se me apodera?. Me siento caer. Caigo sin
remedio.
La cena, sí claro, fue la cena. Eso
debió ser. No obstante, la cena fue bien; algo de vino y comida no
muy pesada. Algo de vino....¿ya lo dije?. Sí lo dije. Que rápido
pasan las cosas. Hace un momento estaba cenando y ahora
caigo...caigo...
- No te resistas, Juliette-. Dice una voz que lejana, me avisa y sus palabras surcan el aire hasta mis oídos .
Hay una espiral ante mi que no se aleja
en mi caída, que se mantiene impertérrita en la distancia y cuyas
aspas comienza a girar. Estoy mareada y siento frío.
- Ven conmigo, sígueme. El sombrerero está cerca. Nos quiere atrapar. ¡Gira a la izquierda cuando topes con el suelo y corre!.
Correr sí; pero a dónde. El golpe contra el suelo ha sido muy fuerte. Los huesos se han apretado sobre el duro y gélido asfalto. Se han presionado entre sí, sorteando la posible fractura; pero estoy bien. Intento levantarme y lo logro. Sobre la vertical de mi misma, mis piernas se tambalean y mis rodillas flaquean. Miro a mi alrededor buscando una señal, una orientación y todo está oscuro, sin destellos salvo la línea roja que se bifurca en el suelo. Dos caminos que me separan de razón.
- ¡Vamos..., te quedas atrás!.¡ No sigas la línea roja!.¡ Es una línea sin retorno!. ¡Gira en la esquina y ve hacia la la izquierda!.
- ¿Qué esquina?...¡no se ve nada!...
- Estás sobre el sendero de que marca el otro lado del espejo. Síguelo y llegaras a la esquina.
- ¿El otro lado del espejo?.Miro al suelo y ahí las veo marcándome un camino que no acerté a ver. Corro...,corro y las piernas me duelen y están pesadas. No miro hacia tras, para qué, solo hay el vacío. La espesura de la oscuridad se confunde con una niebla que se disipa a cada paso para ocultarme el resto.
Los ojos de un lobo me acechan. No lo
distingo, pero el brillo rojo de su mirada en la noche no da lugar a
la duda. No veo su cuerpo, si es que lo tiene, solo un par de ojos
que inmóviles y distantes levitan a una altura la cual me sobrepasa
. Siento frío. Mucho frío.
La niebla, de repente, cae a los pies
de mis tobillos . Solo llevo puesto una camisa. Una camisa de hombre.
Es de Etienne, huele a él, sí es de él. Por debajo de ella estoy
desnuda. Desnuda y descalza. Mis manos tiemblan y el vaho de mi
aliento surte con fuerza, por la puerta de mis labios para fundirse
en la noche.
La veo. Veo la esquina, de la que me
hablaba el conejo. Está nítida ante mi. Cómo no la había visto
antes. Llego a ella y la tomo.
- Casi hemos llegado-. Dice con sigilo la voz de mi guía. El cual se ha transformado en eso, en una voz, incorpórea.
Busco pero no veo
nada mas que una calle sin salida. Paredes que desde el suelo se
yerguen infinitas a lo que no sabría definir como un cielo. Paredes
de ladrillo visto rojo que forman un callejón de cuello de botella
si salida. No hay ventanas que emerjan de ellas, ni tragaluces, ni
aberturas. No hay señales de trafico, ni indicaciones de ningún
tipo, no hay nadie...Estoy completamente sola.
No sé a donde
ir. Estoy atrapada en...algún lugar que no conozco y casi desnuda.
Mi guía me ha engañado. Me ha traído a donde no me puedo escapar.
Y hace frío.
Me giro y a lo
lejos distingo tres figuras que caminan hacia mi. Caminan en una
formación de triangulo, uno viene mas adelantado que los otros dos.
El primero tienes un sombrero, una especie chistera, sutilmente
ladeada. “El sombrerero”, es él, o eso piensa mi confundida
mente .
A los otros dos,
no lo distingo pero van iguales. Creo que son chicas. Sí, son dos
chicas con trajes de época y paraguas. Los tres portan sendas
mascaras blancas las cuales ocultan sus caras. La mascara de “el
Sombrerero” esta dividida en dos colores, en su mitad vertical,
una es blanca, la otra negra y recortada de de tal forma, que en la
mitad del lado blanco, deja ver parte de su boca y sus labios. Las
de ellas son blancas enteramente.
- Bienvenida, Juliette. No tengas miedo. Esta noche es muy especial para todos. Es un día de fiesta que debes gozar. Es la noche de tu iniciación-. Su voz, era de una calma y serenidad que infundía confianza. Una voz, que mi perturbada cabeza no identificaba pero que no le era ajena.
- Ellas, van a cuidar de ti y yo, como el gran maestre en esta iniciación, voy a estar contigo en todo momento. No temas pues.
Un vehículo
negro se acerco a nosotros sin levantar ruido y el caballero de la
chistera abrió la puerta trasera. Primero entro una de las damas,
luego yo y finalmente la otra chica. El maestre se aposentó en el
puesto de copiloto. Dentro de coche se estaba cálido muy cálido.
Resultaba reconfortante.
Una de las damas
le dijo algo al caballero de la chistera que al entrar en el coche se
la tuvo que quitar, dejando descubierto su cabellos morenos y algo
ondulados. Sacó algo de su bolsillo. Se trataba de una venda y un
lazo. La dama, tomó ambas cosas con sumo cuidado. Me rodeó los
ojos con una fina venda de seda negra que no dejaba penetrar nada de
luz. Me la anudó por la nuca y me atusó el pelo con una delicadeza
que me estremeció. Luego sentir unos labios calientes posándose en
una de mis mejillas. No sabría decir de cual de las damas.
Mis manos
quedaron unidas por delante de mi, a la altura de mi estómago algo
revuelto y fuertemente atadas con el lazo que “el sombrerero” les
había proporcionado. Estaba mareada pero el calor de interior de
vehículo era agradable. El motor silencioso apenas se escuchaba pero
notaba su avance. Las damas me acariciaban las rodilla o eso creía.
Estupor...esa es
la palabra; desasosiego...por qué no, también podría ser .
Escuchaba risas . Sí... lo eran, eran risas ...que en la lejanía
cobraban vida. El silencio y la oscuridad me acompasaba aviniéndose
a mi desaliento. Deseaba gritar. Pedir explicaciones de cuanto
ocurría pero mi lengua henchida y pesada no articulaba movimientos.
Mi garganta emitía sonidos sordos que no traspasaban el umbral de
mis labios. Quería zafarme de mis atadura, mal gastando una energía
de la que no disponía. Los músculos dormidos y entumecidos no
reaccionaban a los designios de mi cabeza. Y seguía cayendo.
Me bajaron de coche y me quitaron la
venda que cubría los ojos. Estaba en un jardín de setos que
representaban formas abstractas. Me encontraba a los pies de una
mansión o tal vez un palacio de planta rectangular y sobre esta dos
mas. Configurando su tres plantas, piedra gris y opulencia
indescriptible. Se encontraba rodeaba de muros y bellos jardines de
avivados colores. Capiteles de columnas de mármol blanco y rosado
discurrían por en rededor de nosotros formando un camino que llegaba
hasta la puerta principal . Asemejaba esos palacios de las películas
antiguas y al mismísimo Versalles. El cielo era, un agujero negro
que se cernía sobre mi cabeza. El suelo empedrado adoquinado
formando un camino y a ambos lados de este, se extendía un césped
policromático como nunca con anterioridad había visto.
Por de tras de unos arbustos y junto a
una gran fuente el “conejo blanco” se reía a pata suelta. Sus
carcajadas resonaban en la noche fría. Mis acompañantes me rodearon
formando un triangulo en el que yo era el centro . “El sombrerero”
se había vuelto a poner su chistera de medio lado, coquetonamente.
No había deparado en sus traje azul de época y la ausencia de
camisa. Los tirantes del pantalón se sostenía sobre su torso
desnudo.
Llegamos a la puerta de mansión que
estaba presidida de una escalinata de cuatro peldaños. A ambos lados
de la pequeña escalera y en fila unas personas nos esperaban .
Estaban disfrazadas de época, con sendas mascaras cubriendo sus
rostro todos y todas. Ya dudaba si eran disfraces o me encontraba en
un anacronismo que se me escapaba de la razón.
- -Has caído en la madriguera-. Torturaba mi mente el conejo.- Ahora el sombrerero es quien manda.
Me recibieron
entre tímidos aplausos y susurros varios. Un hombre, con una careta
de zorro, orejas puntiagudas y feroces dientes comento algo con el
maestre. Luego tomando una mascara, idéntica a la de las damas, me
la puso, cubriéndome el rostro.
No podía ver
bien a los lados sólo hacia el frente. No era dueña de mi,eso
estaba claro, mareada y envuelta de un sudor frío el cuerpo se me
estremecía. Las damas, se encontraban junto a mi agarrándome por
los codos como si de una rea me tratase. Me guiaban entre galerías
interminables, con cuadros de marcos rústicos y un suelo
enmoquetado purpura. Las personas, ( de algún modo llamarlas) que
por allí habían, se iban abriendo a nuestro paso sin dejar de
observarme. De observar a una chica con una mascara blanca que cubría
su cara, atada de manos y como único vestido una camisa de hombre
que tapaba su desnudez.
Entramos en una
estancia sobria y oscura. Obviamente era la antesala de algo. Me
subieron por unos escalones de madera que crepitaban con cada uno de
nuestros pasos. Las damas , fieles compañeras de ceremonias me
guiaron en todo momento. Se trataba de un escenario cuyo proscenio
estaba adornado de candilejas de aceite cuya luminosidad tenue y
tinteante conferían cierta tenebrosidad al lugar . Frente a mi, un
patio de butacas dispuesto y rodeado por un pequeño anfiteatro.
Calculé con capacidad, tal vez ,para cien personas, tal vez menos,
tal vez más. El aforo se iba llenando poco a poco con gente que
parecía sacada de otros mundos y otros lugares. Se reían , comían
y bebían disfrutando con cada instante mientras las damas siguiendo
un protocolo, que se me escapaba a mi entendimiento, desanudaban el
laso que apresaba mis manos. Una vez liberada procedieron a
desabotonar y quitarme la camisa, quedando así, mi cuerpo desnudo y
expuesto a las miradas de los allí presentes.
En la primera
fila Humpty Dumty jugaba a las cartas con el conejo y de vez en
cuando me miraban entusiasmados. Escorado en el extremo derecho y
arriba en lo que parecía una especie de parco. Un enano con una
chaqueta de presentador de circo la cual, (cuando bajó de aquel
lugar lo pude ver), arrastraba visiblemente por el suelo; hablaba en
voz alta a los presentes en un lenguaje que no acerté a comprender.
No comprendía
nada, pero ahí estaba desnuda delante de casi cien personas, sin la
más mínima idea de quien eran.
Del lado derecho
del escenario subiendo por una rampa negra, “El Sombrerero” con
aquella chistera ladeada hacia la derecha y con aquella enigmática
máscara que dejaba ver media sonrisa.... se me acercó. Los
espectadores dejaron de murmurar. El foco de atención pasó a ser
el centro de aquel teatro.
- Tranquila, Juliette es tu gran momento-. Y dirigiendo la mirada a las damas de ceremonia sin dar nunca la espalda a los espectadores, dijo,- Preceder...
- No sabes la suerte que tienes. Ojalá pudiera volver a estar en tu lugar-. Susurró, en unos de mis oídos una de aquellas subalternas o concubinas al uso, y añadió.- Todas hemos pasado por esto .
No sé cómo me
vi amarrada mediante grilletes que sujetaban mis pies por los
tobillos y mis brazos por las muñecas. El último cierre de la
muñeca izquierda lo ejecutó con maestría “El Sombrerero”.
Quedando así amarrada a la denominada “Cruz de San Andrés” de
espaldas al público. Me colocaron una mordaza de bola para morder y
quedar así mi boca sujeta sin peligro a morderme la lengua.
Humpty Dumty
aplaudía eufórico y junto al conejo se lo pasaba en grande mientras
sus miradas me sodomizaban. Los espectadores le animaban en
aplausos, al ritmo una ridícula canción, que no para de repetir
perturbando mis sentidos ya mermados.
“Humpty Dumty se
sentó en el muro,
Humpty Dumty tuvo una
gran caída,
Ni todos los caballeros ni todos
los hombres del rey
pudieron a Humpty
recomponer.”
El sombrerero tomó un
flogger de tiras de ante y antes de que me diera cuenta soltó un
golpe rápido que silbó en el aire rompiendo el suspense y topándose
contra mi espalda. Sentí un quemazón fuerte donde impactaron las
tiras. Se me escapó un lamento. Acto seguido llegó otro latigazo
que me hizo retorcerme en la cruz. Escuchaba cómo las damas estaban
encantadas y recelosas de mi puesto. No pude resarcirme del segundo
latigazo cuando llegó el tercero. Apreté mis dientes hundiéndolos
en la bola. Elevé una exclamación de dolor y un “gracias mi
señor” ahogado por la mordaza a cada latigazo; tal como las damas,
me decían debía de hacer. La gente se levantaba de sus asientos
como si de un partido de fútbol se tratase para alentar a su equipo.
No sé cuantos latigazos infringidos por aquel flogger soportó mi
maltrecha espalda. A partir de sexto perdí la cuenta. Mis piernas
temblaban. Cuando sincronicé mi gratitud al golpe, “El maestre”
paró.
Luego asió una paleta ancha
y comenzó a azotar mi trasero. Dando las gracias a cada golpe, como
había aprendido, esperaba la clemencia que no llegó. El dolor se
hacía notar pero era soportable. “El Sombrerero” sabía lo que
hacía y no negaré cierto placer, cuando mientras, me castigaba el
cuerpo, vitoreaban y las damas acariciaban mis pechos. No podía
pensar claramente sólo dejarme llevar.
Me soltaron de la cruz y me
llevaron a un potro apoyando mi pecho contra el . Esposaron mis
muñecas por debajo de este y una de mis piernas a cada pata sujetas
por grilletes. Noté alivio a mis heridas cuando las damas y “El
maestro” untaron mi cuerpo con algún tipo de ungüento que me
refrescó la piel. Me proporcionaron de un masaje reparador. Me
quitaron la mordaza y me ofrecieron agua fresca.
Sobre el potro como estaba e
inmóvil vi como una de las damas se desnudó. Se quitó el traje que
llevaba con ayuda de la otra chica quedándose con un sexy y vistoso
traje de látex negro ajustado, que favorecía su esbelta figura.
Entre el publico una mujer
de una edad que rondarían los cuarenta y cinco años, bien
conservada, regalaba una felación a uno de los invitados quien no
dejaba de mirarme.
La chica del traje de látex
negro comenzó a masturbarme, haciendo que fuera humedeciendo poco a
poco. Luego colocándose un arnés el cual poseía un miembro
considerable se dispuso a penetrarme. Sentía placer...mucho placer.
“El Sombrerero se deshizo
de su chaqueta quedando su torso desnudo y expuesto a mi. Bajándose
la cremallera de su pantalón se la sacó su miembro
precipitadamente,para meterlo en la boca. Casi me provoca un vómito
por el ahogo; La dama continuaba haciéndomelo. .
El público comenzó a subir
al escenario. Todos querían tocarme. Hombres y mujeres magreaban mi
cuerpo a su antojo. “El maestre” me lo hacia por de tras en ese
momento y parecía me fuera a destrozar por dentro. Su miembro era
vigoroso y enorme. Otros, se masturbaban y eyaculaban sobre mi. Otros
me la hacían a chupar. Las mujeres me besaban y lamían mis
pechos...
- Lo has hecho
estupendamente-. Dijo satisfecha y risueña Nathalie con aquel traje
de látex negro quitándose la máscara. Etienne sonreía orgulloso
con la chistera ladeada hacia la derecha mientras Brigitte me miraba
desde el patio de butacas limpiándose la boca sonriente...
Me sobresalte y me incorporé
confundida sobre la cama. El pelo de Nathalie caía como siempre
sobre sus hombros y se precipitaba hacia mi mientras intentaba
tranquilizar. Me dio un beso suave en los labios y me regalo una de
sus mejores sonrisas.
- Tranquila Juliette; has pasado muy mala noche. La fiebre te subió mucho esta madrugada. ¡Anda, tomate esto, aunque ya te veo con mejor color!-. Y me ofreció una pastilla que me alivió y recuperó bastante, dicho sea de paso.
Recordé que no había cenado aquella noche y que había estado toda la tarde en el sofá con gripe leyendo a Lewis Carroll y a su “Alicia”.
Me levante y subí la
persiana. Descorrí las cortinas y un aire
limpio y fresco entró en
la habitación. Me encontraba con fuerzas y energía. Me dí una
ducha y tomé acompañada de Nathalie un reconstituyente desayuno.
Las cosas que ocurren a través del espejo ¿son todas "virtuales"?
ResponderEliminarEstimulante tu recreación erótica de Alevolicia en el País de las Miradillas.
Besos ;-)
Ahora mis grilletes me recordaran a ti....
ResponderEliminarVerdaderamente provocadora, sensual muy erótica
una verdadera erección de emociones al leerlo.
Te felicito como siempre, me encantas...
Besos J...
QUE SUEÑO TAN INCREIBLE, VERDDERAMENTE EXCITANTE, FORMIDABLE...
ResponderEliminarUN BESAZO JULIETTE!!!
Oh juliette. Me gusto mucho leerte fue increible. Me haces recordar mucho!! Mmmmh...... Estoy deseando verte este fin de semana y poder "achucharte" como se que a ti te gusta Un beso.
ResponderEliminarToujours vôtre, Nathalie.
Guau!!!! Pedazo relato!!!! Super retorcido pero a la vez excitante!!! A este le pongo un 10 de puntuacion!!!!! Sigue asi juliette!!!!
ResponderEliminarAl leer los relatos no se cual es la auténtica Juliette, me desconciertan está tendencia sumisa conociendo
ResponderEliminarEsto si que ha sido una sorpresa!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el relato y sobre todo me ha encantado el mezclar la historia de Alicia con el BDSM. Original y excitante
ResponderEliminardelicioso relato Juliette, me gustaría escribirme contigo..... soy Delicatessen el del chat
ResponderEliminarJuliette, Soy Raybann/Manel. No he podido esperar a poder leer el segundo de tus relatos. No hay palabras para describirlo. Creo que tienes un nuevo fan sin duda. Excepcional, excitante, mezcla impresionante que hace volar la imaginación. De nuevo mis felicitaciones. Un beso
ResponderEliminarEnhorabuena por este Post. Muy interesante. JS
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