Aquella tarde de domingo
presagiaba una tarde malísima. El viento huracanado azotaba Avignon
y el cielo cada vez mas gris no daba margen a la esperanza.
La semana no había sido
mejor, los estudios y el trabajo me tenían exhausta y con la cabeza
a punto de estallar sumida en un mar de información cuyos datos
debía memorizar. Nathalie había viajado ese fin de semana a
visitar a sus padres. Sola y sin nada mejor que hacer en casa buscaba
refugio en mi ordenador.
Como siempre mis buzón de
entrada estaba repleto de notificaciones sin leer. Obvié los del
trabajo y la Universidad. No tenía la cabeza para ellos ni tampoco
me apetecía. Mario como siempre estaba ahí ,fiel a nuestros
contactos dominicales. Cuendo era posible y a la misma hora
conectábamos. Aunque no siempre coincidíamos; en parte porque él
era un chico muy ocupado y yo una loca a la que siempre se la
enredaba en actos sociales. Pero aquella tarde ,cuando las gotas de
lluvia comenzaban a chocar contra el cristal de la ventana ,la mejor
opción, sin lugar a dudas, no era otra sino que quedarme al calor
del hogar .Como única compañía de un té bien caliente, el
ordenador y mi pijama de la “pequeña parisina a los pies de la
Tour Eiffel”.Fue un regaló Jean Paul basándose en un simpático
dibujo suyo especialmente diseñado para mi.
Hablar con Mario resultaba
encantador y divertido. Hablábamos de infinidad de asuntos aunque
era bastante reservado para hablar de su trabajo. Intuí que debía
ser una persona de cierto poder. Cada vez que me acercaba a ese tema
lo driblaba con elegancia. Poseía maestría en hacerlo y como dice
el dicho “a buen entendedor pocas palabras bastan”. Así que,
hablábamos de todo un poco y nunca sabías cuando la conversación
derivaría a temas más calientes. Eso formaba parte del atractivo de
Mario. Su cautela y paciencia.
Lejos quedaba ese día de
la gasolinera. Ese trayecto de autopista y el tacto de su piel sobre
la mía. Casi podía sentir su aroma en el recuerdo. Su manera de
agarrarme y su acento español susurrándome en el oído. Su manos
buscándome los senos. Su lengua recorriéndome. El deseo irrefutable
de su virilidad entregada alevosamente a la perspicacia de mis
pecados.
Las lluvia caía sobre el
enlosado purpúreo del ático levantando burbujas de agua que a su
vez eran reventadas por otras, en un ciclo que parecía, no tener
fin. Los tejados conferían el paisaje desolado que desde mi ventana
divisaba. Estos de un azul drisaceo se difuminaban en el plomizo
cielo. Mientras las golondrinas que volaban bajo rastreaban un
lugar donde salvaguardarse del temporal huyendo así de la apremiante
tormenta que los relámpagos anunciaban.
Mario me iba comentado su
deseo de hacerme una visita pronto,la cual yo, también deseaba.
Quería invitarme a pasar unos días en Barcelona, ciudad de la
hablaba maravillas y cuya gastronomía, según comentaba, no debía
de perderme por su exquisiteces.
Las luces de habitación
hicieron un amago de apagón justo en el momento que la tormenta
parecía acercarse. El siguiente relámpago fue letal y me dejó en
la mas absoluta oscuridad durante unos minutos. No obstante mi
portátil continuaba funcionando hasta que la conexión de red me
dejó a medias en lo mejor de la conversación.
Un estruendo me sobresaltó
procedente de la habitación de Nathalie. Me incorporé de un salto y
me dirigí hacia origen del ruido. La ventana de su cuarto se había
abierto a consecuencia del fuerte aire chocando los marcos contra la
pared y produciendo mi sobresalto. Las cortinas enarboladas por el
vendaval ondeaban arremetiendo contra todo lo que estuviese cerca.
Cerré como pude las
ventanas y recompuse el desorden que se había causado. Lápices,
alguna cuartilla de folio, una camiseta, algo de ropa interior y la
lámpara de su mesilla habían quedado esparcidos por el suelo.
Entonces lo vi. Se
encontraba sobre su cama con una pequeña nota:
“ Por si te aburres
el fin de semana sin mi, petite cochonne. No me eches de menos!!.
Nathalie.”
Se trataba de un
cuadernillo pequeño. Ideal para guardar en la mesilla o incluso en
un bolso. Encuadernado en tapa dura rosa. Contenía como portada el
dibujo de una hermosa chica manga de cabellos azules y lilas largos
hasta la cintura; así como unos grandes ojos verdes que irradiaban
luz, poseía una nariz pequeña y sonrisa en forma de “uve” de
labios finos bien perfilados.
Guiada por mi curiosidad
me senté en una de las esquinas de su cama que estaba cubierta por
un edredón de plumas de color azul. Sobre el cabecero de esta había
un póster de una de esas macro fiestas de Ibiza que tanto le
atraían. Recuerdo haber mantenido conversaciones sobre su deseo de
poder ir juntas un año a la isla española para hacer las locas
desenfrenadamente. En la pared, a la derecha de su cama,estaba
presente, un cuadro de corcho donde pinchábamos con chinchetas de
colores nuestras fotos. Las de Halloween eran las últimas que
habíamos colgado. Ambas de enfermeras perversas de “Kill Bill”
con sendos parches en el ojo con el signo de la “cruz roja”
estampado en ellos.
Y entonces abrí lo que
denominé: “El diario secreto de Nathalie”, por una página
cualquiera.
“...Después de la
cena y el paseo terminamos en una discoteca céntrica. No recuerdo la
hora que sería, pero después de unas pintas negras, ¿qué mas da
eso?. Creo que el poco vino de cena y las cervezas estaban
elaborando un cóctel de consecuencias inesperadas.
Sí que recuerdo mirar
el teléfono. Estaba un poco excitada lo reconozco. Didier, cada vez
que podía, acercaba su entre pierna y al menos descuido “zas”....se
rozaba con mis mulos. Por lo que ya, me hacía una idea de como era
su miembro sin necesidad de verlo.
Como iba diciendo, (que
no me pierda en los detalles), miraba mi teléfono. Estaba deseosa de
Juliette...sencillamente la deseaba, pero se ve que ella, esa noche,
estaba a otras cosas. Así, que me quedaba Didier....”
Me acomodé en la cama
aquello prometía. La verdad era que la situación me estaba
resultando de lo más excitante. Al misterio, le rodea un halo de
erotismo y yo era presa fácil para dejarme llevar. Mi curiosidad y
la complicidad con Nathalie era totales. La deseaba a ella tanto como
ella a mi.
“...Hoy he llevado el
vestido fucsia. Ese que me marca tanto la silueta. Me encanta. Ya
sabía de antemano que sería la mirada de algunos.¿Qué diablos?...
Me gusta provocar jeje.
- Voy al aseo-. Le dije casi en un susurro en el oído y sin que lo esperase, le pasé la lengua por la comisura de los labios. Entre tanto apreté su muslo por la parte interior. Casi se le cae la copa al pobre.
En el aseo me solté el
pelo que estaba recogido hasta ese momento en un sencillo moño.
Quedando mi melena rubia suelta. Me lo
Volví con Didier. No
daba crédito a como se le estaba presentando la velada. Y yo, ademas
de ir cada vez mas excitada, me estaba divirtiendo de lo lindo.
- ¿otra copa?...- Me preguntó decidido.
- Sí, claro ¿por qué no?. Un Mojito. Tengo calor.
- Ufff..!Qué así sea!.
No puedo negar que
mientras escribo esto me estoy excitando otra vez. Lástima que
Juliette esté dormida y mañana tenga examen a primera
hora..je,je,je
La música no era de mi
agrado pero estaba en ese instante en que todo me resulta bailable. A
medio Mojito arrastré a Didier a la pista. Bailaba como un pato
mareado pero estaba animado. Le rodeé con mi brazos desnudos y
comenzamos a besarnos. Mi lengua entraba en su boca sabor a Vodka y
me deleitaba chupando sus labios. Cuando nuestras pelvis chocaban
notaba su miembro endurecido (parecía que fuese a romper sus
pantalones). Sus manos se le iban autómatas a mi trasero. El cual me
lo agarraba con fuerza como si se fuera a escapar..
- separamos nuestras bocas.
- ¿te gusta?. Huele “mi pañuelo”-. Y le acerqué mi muñeca derecha a su nariz...
- Me encanta.
- Es mi ropa interior, Didier. ¿ O es que aún tus manos no han notado que no llevo nada debajo del vestido?...”
Llegado a este punto del
diario. Estaba completamente tumbada en la cama de Nathalie. Mi mano,
la que quedaba libre sondeaba por debajo del pijama y reptaba por mis
muslos acariciando la superficie superior de mi braguita. Mi dedo
corazón surcaba mi sexo buscando la protuberancia del clítoris. El
rubor y el calor de mi sangre amotinada restaban el frío del
exterior. Separé las piernas mientras leía con lascivia. Mi
respiración se volvía arrítmica y se atropellaba consigo misma.
“...Entonces, Didier,
buscó desde mi trasero la entrada hacia mi sexo. Mi mano caprichosa
rozó su pene henchido por encima del pantalón. La gente nos
rodeaba. La música cada vez mas cañera acompañaba y las luces
ocultaban nuestro juego.
Nos fuimos a una
esquina mas oscura donde pasar mas inadvertidos. Me tocaba los pechos
por encima del vestido. Estaba muy pero que muy excitado. Le
desabroche el pantalón y le introduje la mano. Casi tengo el primer
orgasmo a sentir el tacto caliente de su pene que era descomunal. Me
ocupaba toda la mano y aún sobraba. Mis labios se fundían con los
suyos y mi lengua era atrapada entre sus dientes. Comencé a hacer
movimientos de vaivén suavemente sobre su miembro.
La verdad que la
primera vez no fue muy bien del todo ,al menos ,para mi. Didier, se
encontraba tan excitado que mojo mi mano en tan solo veinte segundos
después de tocársela.
- Joder, lo siento. Ahora vuelvo-. Dijo, mientras dirigía sus pasos al aseo. La verdad, pensé, que ahí había acabado todo pero no fue así.
Al poco regresó con
nuevos bríos. Me agarro por detrás cuando menos lo esperaba y
presionó mi culo contra su miembro. Haciendo uso de una habilidad
que me sorprendió, introdujo su mano por el interior de mis muslos y
comenzó a masturbarme. Apoyé mis manos sobre la columna negra que
nos separaba de la gente del local y mis ojos se cerraron dejándome
llevar.
- ¿Aun sigues con ganas, Nathalie?
- Sí-. Respondí con voz jadeante.- Con muchas...no pares.
Le agarre del brazo y
lo lleve hacia el aseo nuevamente. Atravesamos toda la pista de baile
si conciencia alguna de la gente que allí estaba.
Entramos en los aseos
femeninos. No se si nos vieron. Me daba igual.. Nos fundimos como dos
adolescentes en plena revolución hormonal. Didier, extrajo de su
cartera un condón y se lo puso.
Su miembro erecto quedó
expuesto ante mi. Subí mi pierna a la altura de su cintura
apoyándola contra la pared, como si con ello evitara que esta se
fuese a derrumbar e hice lo propio con mi espalda sobre la pared
opuesta. Elevé mi falda cuanto pude ofreciéndole mi sexo deseoso de
ser penetrado.
Me miró con unos ojos
llenos de pasión e impudicia. Se avalanzó contra mi. Me la
introdujo de un solo golpe y comenzó a empujar. Las embestidas eran
rápidas y fuertes. No paraba. Me iba a volver loca de placer. Al
haberse corrido antes ahora parecía aguantar mucho mas.
Bajó mi escote sacando
mis pechos del sujetador. Su boca mordía y lamía mis pezones. La
piernas me flaqueaban a cada orgasmo que tenía.
Dios, que mojada estoy
recordándolo.
Me dio la vuelta
montándome así a cuatro patas con mis manos apoyadas en la
cisterna. Me estaba taladrando. Sentía su fuerza en cada
penetración.
Sus manos agarraban mi
pelo como si este de las bridas de una yegua se tratase. Me traía
hacia él y me asiaba de las caderas. Le miraba de reojo. Estaba
sudoroso y la tez la tenía pálida. La sacó de mi vagina y
quitándose el preservativo terminó corriéndose sobre mis nalgas
denudas. ...”
Creo que Nathalie se
corrió en el mismo momento que yo leyendola. No se cuanto placer me
proporcionó aquella historia pero aquella terminó por ser una tarde
estupenda.
Cerré el diario
pero me quedé con la nota. Así ella sabría que su juego había
funcionado y lo dejé nuevamente sobre la cama con el deseo de
continuar su lectura en algún otro momento.