Llevaba días esperando
aquel evento. Desde que recibí la invitación busqué como una loca
un vestido que ponerme para la ocasión que se me presentaba. Reservé
hora en una de las peluquerías mas afamadas de Avignon y creo que
estaba tan nerviosa que en el último momento me plantee el ir o no
ir. Necesitaba de la compañía de Nathalie para no acudir sola y
como era habitual en ella, me dejó hasta el último minuto esperando
un mensaje que no llegó.
Recuerdo que respiré
hondo un par de veces, llenando de aire mis pulmones e insuflándolos
de confianza. Saqué de mi pequeño y coqueto bolso, a juego de mis
zapatos, mi barra de labios y aprovechando el retrovisor de un coche
aparcado en la otra acera, me los perfilé. Este gesto me lleno de
fuerza. Erguí mi cuerpo caminando con paso firme hacia la puerta
haciendo repiquetear mis tacones. Me acerqué, decidida al portero,
quien tomando mi invitación me ofreció un tríptico de la
exposición.
Las salas estaban pintadas
de un color chocolate y tamizadas por la tenue luz que
proporcionaban los LED que desde el techo embovedado, creaban una
atmósfera aplacible. La música de “Sarah Brightman” acompañaba
como hilo musical a los visitantes en un tono bajo y conciliador. De
las paredes surgían aquellas obras artísticas cuyos autores
noveles soñaban con hacerse un hueco en el ya complicado escenario
que representaba el ambiente mas intelectual y respetado de la
ciudad.
Los cuadros simétricamente
expuestos, lucían maravillosos entre el blanco inmaculado del
mobiliario moderno que revestían los exiguos salones de aquella
galería. Una galería sencilla pero de notable prestigio donde caza
talentos y gente hambrienta de inversiones en arte, acudían en busca
de los nuevos diamantes que iban emergiendo, deseosos de encontrar
aquella pieza o aquel lienzo que revalorizara a sus codiciosos
bolsillos.
Un camarero, me ofreció
una copa de champagne y un canapé. Prescindí del canapé ya que el
foie no es una de mis pasiones y me humedecí un poco los labios con
el líquido dorado que había en en la copa. La gente iba y venía
mirando, examinando, escudriñando con la mirada cada boceto o
escultura.
En la sala número dos, al
fondo me encontré conmigo misma. Tumbada y semidesnuda cubierta por
una leve gasa que se posaba etérea sobre mi anatomía. Me devolvía
la mirada fija y penetrante. Casi, podía captar el ritmo de mi
respiración serena y anodina a través del retrato.
-¿Le gusta, verdad?-.
Dijo una mujer elegantemente vestida, de unos cincuenta y tantos años
, de pelo canoso, quien dando un paso hacia adelante se situó a mi
altura.- Es una preciosidad. Sin duda el plato fuerte de la
exposición. El joven artista lo tiene en alta estima, y en alto
precio, pero sin duda merecido.
- Brigitte, hay cuadros que son pintados con el pincel del alma-. Dijo una voz proveniente de uno de mis costados-. ...Y solo soy un Pigmalión deseoso de verlo cobrar vida. La belleza que encierra solo pertenece a quien posó para ello.
- ¡Oh, por favor!.¡Me sacarás los colores!.
- ¡Bienvenida Juliette!-. Dijo, Jean Paul regalándome tres efusivos besos.- Pensé, que no vendrías y necesitaba de la presencia de mi modelo predilecta.-Sostubo la mirada fija en la mía.- Tu serás quien atraiga la suerte que necesito.
- No podía perdérmelo por nada del mundo. De hecho, cuando vi mi retrato como reclamo en el periódico no daba crédito...
- Ya veo-. Interrumpió Brigitte.- Eres la mujer del cuadro...Oh, querida es un placer poderte conocer en persona-. Dijo mostrando una cara de sorpresa mientras posaba su mano en mi antebrazo.- En fin, no alcahueteo más y vuelvo a mi puesto que es el atender a los visitante.
- Gracias Brigitte-. Dijo mostrando una hermosa sonrisa.- Brigitte, es una de las copropietarias de galería y una de mis mecenas.
Estuvimos recorriendo el
recinto mientras Jean Paul me iba explicando las obras que nos
encontrábamos a nuestro paso. Los camareros nos ofrecían bebida y
comida a cada instante. Aun con mi copa llena, ensimismada, me
deleitaba con los comentarios de mi amigo rendida a sus conocimientos
artísticos. Absorta como estaba entre tanto arte giré sobre mis
pasos llevando mi bebida contra uno de los visitantes.
- Oh, Mon Dieu!,excuse moi...no pretendí..-. Dije avergonzada ante mi torpeza
- No es nada; tranquila-. Me interrumpió-. No es uno de mis mejores trajes. Aunque esto, Juliette, empieza a ser, una mala costumbre.-. ¿Quién podía llamarme por mi nombre?, pensé. - Aún puedo leer la portada de “Paris Match” en uno de mis pantalones....
- ¿Etienne?...No puede ser.
- ¿Os conocéis?. Preguntó Jean Paul.- Vaya, qué casualidad.
- Sí; claro que nos conocemos, pero ya hace algún tiempo que no se nada de ella y eso que, algún mensaje le he dejado-. Apostilló, clavando aquellos ojos verdosos en mí.
- En tal caso, hablamos de un accidental reencuentro-. Se le notaba la mirada interrogante cuando Jean Paul dijo aquello. Me sentí algo incomoda ante la situación. - Perfecto entonces; os dejo y sigo atendiendo a los invitados. Por favor, disfrutad de la exposición y si alguna cosa hacedmelo saber. Estas bellísima Juliette-. Y desapareció entre la gente.
- No sabía que te interesara el arte-. Dije en tono seco.
- Hay muchas cosas de mi que no sabes. Como la factura que desembolsé para reparar el arañazo alevoso que propinaste a mi coche con tus llaves.
- No soy fácil de dominar...dije llevando la mirada al techo
- Ya veo; creí que te gustaba aquel juego...
- Me gusta el juego cuando yo acepto las normas
- Eres excepcional y muy bella. Esta noche estás radiante. Tu amigo el pintor sabe apreciar la belleza.-. Y la mirada fue de autentica admiración tanto que me sonrojó. -Permíteme decirte, y tómatelo como un halago, que nunca había pagado una factura con mayor satisfacción-. Y no pudo disimular una leve mueca de sonrisa en su rostro ni yo en el mío.
- ¿Amigos?-. Dijo tendiéndome su mano.- Aunque esto igual, me cuesta alguna factura mas y algún traje nuevo.
- Amigos-Dije, tomando su mano y dándole unos besos en la mejilla que él no esperaba . -Y no dudes que esto te costará otra factura; ya puedes comprarle un cuadro a mi amigo.
- Hecho-. Respondió-. ¿Quién puede decirte que no?.
- No lo hagas, si no quieres perder algo mas que un traje-. Dije con cierta picardía y un guiño de ojo.- Ahora he de irme. Es tarde y estoy cansada.
- Entiendo. He quedado con un amigo por aquí el cual debe de andar buscándome-. Diciendo esto me volvió a dar unos besos como despedida y me marché con una incipiente quemazón en mi interior.
La noche estaba hermosa y
cálida en esos últimos días de verano. Las estrellas dibujaban un
cielo maravilloso que ni las luces de la ciudad podían mitigar. Una
pareja tonteaban en arrumacos en el banco de un jardín cercano
ajenos a mis tacones que resonaban a cada paso. Pasos que fueron
enmudecidos por el ruido de ensordecedor de una moto que se me
acercaba a mis espaldas. Asustada me giré y pude ver un moto de gran
cilindrada con completamente negra. El motorista iba con un traje
negro que me pareció reconocer y un casco de mismo color que se
quito cuando llegó a mi altura parando su vehículo junto a mí.
- Hermosa noche, mademoiselle, para estar sola paseando por estas calles. Me sentiría mas cómodo si la llevase a Palacio. No son las doce y mi carruaje aun no se a transformado en una calabaza por lo que podríamos dar paseo antes de dejarla en sus aposentos.
- ¿No habías quedado con un amigo?. Pregunté
- Había...pero no quiero estar con un traje manchado delante de la alta sociedad de Avignon. No obstante dejé el encargo del cuadro a mi amigo. Siempre cumplo lo que digo.
- Mmm, pero no llevo el traje mas adecuado para montar en ese carruaje caballero.
- ¿Desde cuando a Juliette, le pueden las formas?-. Replicó poniéndose el casco y dándome uno que llevaba consigo.
Remangué la faldita hasta
la altura del culotte, dejando lucir los muslos sin pudor para así
subir a la moto. No sin dificultad, me puse el casco y en breves
segundos, Etienne, enfiló la avenida a una velocidad vertiginosa.
Pegué el cuerpo al suyo agarrando con fuerza su pecho. Casi podía
sentir vaivén de su tórax al ritmo de su respiración. Las luces de
las farolas parecían estrellas fugases pasando ante mí. Los coches
parecían sacados una carrera de caracoles; lentos y pesados.
Podía escuchar el aire
que exhalaban sus pulmones y suave silbido escapando de su boca. Los
cascos disponían de un sistema de comunicación para poder hablar
entre nosotros. La velocidad me asustaba pero a la vez también me
daba un subidón de adrenalina que me entusiasmaba.
- No corras tanto. Nos van a multar.
- ¿Multas a mi?...no,no,no...Relajate y disfruta del paseo.
- ¿A qué te dedicabas?-. Pregunté intrigada
- Si te lo contara te tendría que matar.- Y diciendo esto, entre risas, tomó la variante y bordeando la ciudad nos adentramos en la carretera y la noche.
Llegamos a la cima de una colina donde la vista de la ciudad llamada, de los Papas, se extendía exsultante ante nuestros ojos, con sus luces y monumentos mas representativos brillando en la noche. Paró la moto y nos quitamos el casco. Mi pelo recogido estaba deshecho y acabe por soltarlo. Etienne, bajándose de la moto, me agarró con fuerza y me apeó de ella sosteniéndome en peso. Sus labios carnosos se unieron a los míos entregados. El mundo se paró... o eso parecía. Nuestras bocas entre abiertas se atraían con un magnetismo casi sobrenatural. Las lenguas no tardaron en unirse a la fiesta y ser puente de nuestro deseo. Mis manos se enredaron en sus cabellos sosteniendo su cabeza como un candado a una cadena. No quería que el tiempo volase y pretendía aferrarme a él sin dejarle escapatoria. Rodeé con mis piernas su cintura fuertemente emulando a mis manos. Sentía sus cuerpo caliente. Su respiración se aceleraba con la sincronizándose a la mía. Mordía sus labios y su cuello mientras él me sostenía en el aire en un alarde de fuerza. Agarrándome de mis glúteos.
Me apretó contra él.
Pensé que que me iba a destrozar de lo fuerte que lo hizo, pero esa
presión, lejos de proporcionarme dolor, me excitó aún mas.
Dejándome lacia pero expectante. No sé cómo, Etienne hizo un
movimiento rápido en el que me zarandeó como si de un pelele me
tratase y por un momento creí estupefacta que me estrellaba contra
el suelo; pero no fue así, mi espalda se encontró con el mullido
asiento de la moto que soportó sin flaquedad y vigorosa mi peso. Mis
piernas, liberaron su cintura y quedaron suspendidas en el aire
mientras su mano presionaba mi pelvis y su boca succionaba mis mulos.
El roce de su lengua sucumbía al tacto de mi piel adaptándose a
cada pliegue y surco.
Mis dientes presionaban
mis labios alternativamente los cuales quedaban aferrados a la
prisión de mi propio deseo. Mi cabeza, mi mente obnubilada y obtusa
se confundía en la visión de su cuerpo recortando el cielo. Sentía
sus mordidas que parecían desgarrarme. Le deseaba y lo deseaba tanto
que le quería dentro de mi. Su labios sondeaban mi sexo y su lengua
me lo recorría sin pausa y decidida. Mis manos por encima de su
cabeza jugaban con los mechones de su pelo que suaves se deslizaban
entre mis dedos.
Noté un fuerte tirón de
mi ropa interior para inmediatamente verla arrojada y destrozada
contra el pavimento. Mis manos pasaron a ser sujetadas por las
muñecas apresadas por las de él, quien me las izó sobre la cabeza
hasta colocarla en las manillares de la moto. Así, con mis manos en
los manillares y mi espalda sobre la moto mis cuerpo quedaba expuesto
a sus caprichos.
Se abalanzó sobre mi
escote arracancándome parte del vestido que tanto trabajo me había
costado encontrar. Introdujo sus dedos dentro de mi y comenzó a
moverlos. Jadeaba sin sentido del placer mientras con su mano oprimía
mi boca. Estuvo así un rato que no sabría cuantificar. Luego me
incorporo. Pude ver sus dedos empapados de mi.
Me sentó sobre el
depósito de gasolina y él se aposentó en el asiento del piloto.
Estaba sin los pantalones y su miembro erguido se exponía ante mí.
Me agaché y me la introduje en la boca. Era firme y caliente.
Comencé a lamerla de principio a fin , succionandola suavemente a
cada tramo y rodeándola con mis labios que se adaptaban a su
forma.
- Metela más adentro-. Me pidió
Tome aire y me la
introduje cuanto pude. Las arcadas arreciaron pero las contuve
La Boca se me llenó de
abundante saliva lo que favorecía la penetración de mi garganta.
Etienne se estiró un poco hacia atrás dejándome mas patente su
excitación. Verle así e introduciéndola tanto por adentro de mi
garganta consiguió que alcanzara un orgasmo en aquel instante. Luego
agarrándome de ambos lados de la mi cabeza comenzó a moverse sin
parar y cada vez más adentro de mi boca. Creí que me ahogaba pero
mis manos acabaron masajeando mi clítoris. Posteriormente me agarró
y apoyada en el asiento sobre mi pecho , me penetro. Salvajemente
las piernas me flaqueaban y no tardamos en culminar al mismo tiempo.
Días mas tarde, volvía a
casa después de una mañana ajetreada. Nathalie, me recibió con un
dulce beso y alejándose de mi, me dijo, que habían traído un
paquete enorme a mi nombre con una nota y que estaba en el salón.
Efectivamente era enorme y cubierto con el clásico papel marrón de
embalar y rodeado de laminas de plástico de burbujas para evitar
roturas.
Tomé unas tijeras, y
comencé a desempaquetar. Me quedé muda y sorprendida al ver mi
retrato ante mis ojos. Pregunté a Nathalie. Dónde estaba la nota,
que con los nervios no era capaz de encontrar. La busqué y la abrí.
“Lo
prometido es deuda. Me vuelves a resultar bastante cara, preciosa,
pero
tú lo mereces. Disfrútalo”
ETIENNE.-