Aquella era una tarde de perros. La lluvia se precipitaba con
estrépito y me encontraba corriendo por la ciudad sin nada con lo
que cubrirme salvo el último ejemplar de la revista “Paris Match”,
que a modo de improvisado paraguas evitaba que mi pelo quedara aún
mas mojado. Por suerte, apareció por la esquina de la calle un taxi
que se presentaba como mi salvación. Lo paré, fui hacia el y al
abrir la puerta me sentí como algo o alguien colisiono fuertemente
contra mi.
- Perdone Madame, pero tengo mucha prisa y llevo mucho rato
esperando tomar un taxi-. Dijo una voz masculina.
- Al igual yo, Monsieur-. Contesté
perpleja mientras me adelantaba ágil a sus movimientos y me
acomodaba en la parte trasera del vehículo.
-Déjeme este por favor. ..-
Intentó persuadirme.- tengo una reunión en breve y es importante…
- No se apure-. Le corté.- Seguro que
pasa otro enseguida.
Y ahí estaba él, inclinado y sorprendido. Mirándome fijamente como
para dar crédito. Con su brazo izquierdo apoyado en techo del taxi y
con la mano derecha sosteniendo la puerta abierta de par en par
mientras la lluvia calaba su ropa.
-Muy bien...-. Me espetó dando un
resoplido. Se sentó a mi lado cerrando con fuerza la puerta. Y me
dijo con firme sentencia.- Lo compartiremos
- ¿Se deciden?-. Apresuró el
taxista.- ¡Estoy en doble fila!.
-¿Qué me dice?.
-De acuerdo...claro... sin problemas.
Subidos ambos en aquel taxi y con la miradas esquivas centradas en
nuestras respectivas ventanillas terminamos de acomodarnos.
Comunicamos al conductor nuestras direcciones respectivas.
Prácticamente íbamos en la misma dirección pero él se bajaba un
par de calles antes.
Llevábamos unos minutos de trayecto cuando sin poder remediarlo se
me escapó una sonrisa que acabó en una sonora carcajada. Mi
acompañante por fin dejó de mirar el paisaje y centro su mirada en
mi incrédulo por semejante situación supongo que pensando que me
había vuelto loca. Incluso pude ver, al taxista mirarme de reojo
desde el espejo interior del coche..
-¿Puedo saber que le hace tanta
gracia, Madame?.
-Monsieur, Se acaba de Ud. de
sentar encima de mi “Paris Mash” que esta aún más empapado que
sus pantalones...pero si le sirve de consuelo le diré que tiene
pegada a su trasero a la mismísima Carla Bruni paseando por los
Campos Eliseos....
-Joder-. Soltó mientras inclinaba
la cabeza hacia abajo e incorporándose un poco sacó la revista.-
Tome Madame, su revista.
- La dejaremos aquí en el taxi para el un próximo viajero-. Volví
a no poder evitar el reírme pero no pude y él tampoco.
-Habían pronosticado lluvia... pero pero no el diluvio-. Dijo
después de unos minutos de risa nerviosa e incontrolada.
-Sí es cierto-. Respondí con gesto infantil..
Notó la vibración
de su móvil en su bolsillo. Se trataba de asuntos de trabajo. Unas
diligencias que debía de ultimar antes de ir a ver a sus socios,
por lo que se explicaba. El taxista sorteaba a las motos por las
anchas avenidas, mientras yo miraba abstraída por la ventanilla.
Por fin llegó a
su destino. Soltó al taxista un billete con el importe suficiente
como para cubrir su carrera y la mía.
-Se cobra por
favor de las dos servicios y quédese el cambio. Y esto para Ud.
Madame, cómprese una revista nueva, y perdone mi torpeza.
-Gracias, pero no debe...
-No se preocupe y resguardese de la
lluvia-. Dicho esto cerró la puerta del taxi y se marchó.
Salió corriendo
con su maletín danzando en el aire y su chaqueta colocada
graciosamente sobre su testa. Mi mirada le acompañó hasta que
consiguió escabullirse entre el tumulto de gente. Respire hondo, o
tal vez fue un suspiro. Un sonido reclamo mi atención....el móvil
del taxista pensé; luego se repitió por dos veces de forma muy
seguidas, procedía del suelo del coche. Miré y pude ver como el
teléfono de aquel chico yacía sobre el enmoquetado. Lo tomé entre
mis manos pero fui incapaz de manipularlo puesto que estaba protegido
con clave.
Llegué a mi
destino y realicé las gestiones que debía hacer. La lluvia había
aflojado un poco pero aún caía por lo que me refugié en el
descansillo de un portal. De repente, el “móvil misterioso” sonó
con una música tan alegre y marchosa que no me parecía propia de
aquel chico que se había tropezado conmigo en el taxi.
-Si?...-. Pregunté
tímidamente
-Ufffff...Díos,
menos mal que me ha contestado...¿Es ud. la chica del taxi, verdad?
-Sí, sí soy yo.
Y Ud...es el chico... vamos... el dueño del teléfono.
-Así es y me
encantaría, si me hace el favor, recuperarlo, si no le importa.
-Por supuesto, faltaría más-.
Respondí solicita. - Veamos, en la calle donde iba, si recuerda,
hay una oficina de correos...
-Sí la conozco bien.
-Bien, pues enfrente hay una
cafetería que se llama... “Le Mistral”.
-Ya se, no hace falta que me
explique mas. La he frecuentado alguna vez.
.- ¿Pues si le
parece, en una hora nos podríamos ver allí?.
-Gracias, no sabe cuanto se lo
agradezco-. Se le notaba sincero.- No se, si seré capaz de vivir
una hora sin mi teléfono... pero muchísimas gracias-. Dicho esto,
salí del descansillo de aquel portal. Por suerte un muchacho vendía
paraguas por la calle. Compré uno y encaminé mis pasos hacia
aquella cita inesperada.
No fue una hora.
Fueron algo mas de hora y media. Y llevaba ya consumidos dos tés y
media batería del móvil entre mensajes a Nathalie y mi amiga
Monique, que cariñosamente llamaba “Ma petite Monique”.Por fin
vi aparecer aquel chico alto que desapareció entre la gente y la
lluvia. Observando su aspecto no podía negar que llevaba un mal día.
Le hice un gesto llamativo a lo que contestó con otro que no sabría
definir pero que me resultó simpático. Me espetó tres besos en
ambas mejillas, a la francesa.
-Su teléfono, Monsieur-. Le dije
alegremente.
-Me has salvado la
vida-. Me guiñó el ojo mientras se pedía un café solo y yo una
Perrier.
-Si llego a saber
que es tan importante para Ud...
-Para ti-. Me
corrigió.- Después de lo que hemos pasado creo que ya es hora de
tutearnos.
-Bueno-. Corregí.-
Si llego a saber que para “ti”, tu teléfono era tan importante,
debería haber pedido rescate.
-¿Sabes?. Habría pagado un buen
precio por el-. Se acerco casi pegando su cara a la mía.- No tienes
idea de la información que guarda-. Dijo misteriosamente.-
Seguridad Nacional...El futuro de Francia está ahí...-. Ingenua,
me lo creí y tal fue la cara que debí haber puesto, que la
carcajada me avergonzó y los dos terminamos riendo.
A una una
cosumición le siguió. Y luego otra, así hasta que el local estaba
para cerrar. Eramos los únicos clientes salvo el borrachín de la
barra. La conversación giró por mil caminos diferentes y cada vez
me parecía mas atractivo y sexy mi interlocutor. Se llamaba Etienne.
Sus ojos eran de un tono verdoso, Su cabello moreno. Rondaba el
1,80 de comprensión delgada pero fuerte. Tenía una voz varonil y
grave. Y una boca adornada con una perfecta dentadura.
La intensa lluvia
había dado lugar a una fina capa de agua que acompasada y continua
caía sobre las calles ya desiertas. Abrí mi paraguas e intenté con
el proteger nuestros cuerpos. Etienne caballerosamente puso sobre mi
su chaqueta y rodeo con su brazo izquierdo mis hombros. Me gustó su
calor. Con su mano derecha agarraba el puño del paraguas donde
nuestras manos sin escapatoria irremediablemente se juntaban. Nos
miramos cómplices del momento.
Comenzamos a caminar en busca de un taxi. Y unas palabras susurradas golpearon mis oídos.
-Tu es très belle-. Y sentí sus
labios calientes justo detrás del lóbulo de mi oreja. Giré mi
cara y me encontré con su boca la cual no pude, ni quise evadir.
Su brazo me aprisionó contra su pecho. Sus labios ágiles ofrecían
la delicadeza de su sonrisa
Un vehículo que
salía de un de un edificio interrumpió aquel momento. Detuvimos
nuestros pasos sorprendidos por su proximidad haciéndonos retroceder
un metro. El conductor nos miro con cara de pocos amigos y nos gritó
algo. Nos miramos con sorpresa y reímos como dos adolescentes. El
coche se incorporó a la carretera cuando Etienne me asió del brazo
y de un movimiento preciso me introdujo en el interior de aquel
parking. Corrimos rampa a bajo quedando encerrados y sumidos en la
semioscuridad de aquel lugar.
Me llevó contra
la pared. Sentía su fuerza la cual me atropellaba y no podía
controlar. Sus manos acariciaban mi cuerpo . Me miró fijamente. Con
su dedo pulgar tocó mi boca oprimiendo mis labios. Perfilandolos y
recorriendolos como quien los dibuja. Cerré mis ojos y entreabrí mi
boca. Haciendo nacer a cada instante y desde mi excitación la boca
que el deseo inventa para él. Dejando que la yema de su dedo, el
cual me quema toque la punta de mi lengua.
Me miró y se
acercó más y más. Sus ojos se agrandaban y se mezclaban entre si,
ante la proximidad de los míos. Nuestras narices se rozan en un
baile de erotismo. Nuestros labios se buscan y se detienen creando
una expectación inusitada. Respiramos confundidos. Finalmente tibios
y febriles se avienen. Mordiéndose; apoyándose así, de forma
caprichosa nuestras lenguas la una con la otra y rozándola
superficie de los dientes. Jugando ambas, en torno a ese perímetro
entre el aire pesado y caliente de nuestro aliento. Entonces Su mano
se hunde en mi pelo enredándose. Poniendo a prueba cada mechón de
mi melena a la subjetividad de sus dedos.
Vuelve a
apoderarse de mi, subiéndome el vestido y levantándome en
suspensión. Colocando mis mulos rodeando sus caderas me siento
sujeta por su pecho y la pared.. Mis manos en ese instante torpes e
imprecisas rompen algún botón de su camisa. Me gira en el aire y
caigo sobre el capó de un Audi negro. Intento incorporarme y como
una serpiente repto hacia luna delantera del coche. Me agarra de los
tobillos y me separa las piernas llevándome hacia él para así
hundir su cara en mi vientre. Estoy casi desnuda y a su mercé. Lo se
y me gusta.
En arrebato, su
mano agarra y arranca mi culotte. Lo rompe como si de papel se
tratase.. Llena su boca con mi sexo. Siento como me humedezco sin
control y como su lengua me penetra proporcionándome un placer
enorme. Mis dientes aprisionan mis labios al punto de hacerme una
pequeña herida que me deja en el paladar sabor a sangre. Me chupa...
me penetra con sus dedos.... casi le suplico que pare... pero tampoco
lo deseo.
Sube hasta mi boca y me besa mezclando mi saliva con la suya y haciéndome sentir mi sabor.
Se incorpora y
desabrocha su cinturón. Observo la opulencia de su erección por
encima de la tela de los pantalones. Mis dedos inquietos me van
acariciando mientras él se libera. Se abre la camisa y puedo ver su
torso y la plenitud de su miembro mientras se coloca el preservativo.
Me parece enorme. Lo deseo dentro de mi.
Me agarra
nuevamente de los tobillos y me arrastra hacia él. Sus manos soban
con decisión mis pechos y noto como me penetra. Como se va moviendo
dentro de mi. Le abrazo fuertemente. Casi le araño la espalda con
mis uñas movida por el deseo, pero lo evita la camisa. Arqueo mi
cuerpo y elevo mi vientre para favorecer la penetración. Dios como
me llena, pienso.
El techo del
parking se me nubla y sus embestidas son cada vez mas profundas y
fuertes. No para follarme y mis zapatos caen con estrépito contra
el suelo gris. En una de esas embestida se activa la alarma del Audi.
Pero que importa. Solo importa él y yo.
Me voltea y
aprisiona mi pecho contra el capó de vehículo de espaldas a él. Si
entra alguien nos pillará ; me decía a mi misma y el morbo que
representaba me excitaba más y más. Su sexo no me daba tregua. Sus
manos recorrían mi espalda y agarraba de mis caderas. Mi respiración
se confundía entre jadeos y vaivenes. No podía articular palabra.
Me agarro del pelo y me hizo mirarle. Casi no me atrevía a fijar mi
vista en sus ojos. No sabía cuantas veces había hecho contraer mis
entrañas. Comenzaba a estar exhausta cuando de repente vierte
sobre mi trasero su semen caliente que cae suave por mi piel y me lo
unto como si de una crema se tratase. Mi mirada se torna
cálida cuando él se acerca y me besa.
La alarma de coche
seguía sonando. Nos vestimos a prisa. Cuando ya estábamos seguimos
las indicaciones luminosas que indicaban la salida del aparcamiento.
Entonces una de la puertas del lugar se abrió y una pareja mayor se
cruzó con nosotros. Salimos al exterior por la zona vecinal.
La lluvia había
cesado.