miércoles, 26 de junio de 2013

La lluvia (8)

Aquella era una tarde de perros. La lluvia se precipitaba con estrépito y me encontraba corriendo por la ciudad sin nada con lo que cubrirme salvo el último ejemplar de la revista “Paris Match”, que a modo de improvisado paraguas evitaba que mi pelo quedara aún mas mojado. Por suerte, apareció por la esquina de la calle un taxi que se presentaba como mi salvación. Lo paré, fui hacia el y al abrir la puerta me sentí como algo o alguien colisiono fuertemente contra mi.


- Perdone Madame, pero tengo mucha prisa y llevo mucho rato esperando tomar un taxi-. Dijo una voz masculina.

    - Al igual yo, Monsieur-. Contesté perpleja mientras me adelantaba ágil a sus movimientos y me acomodaba en la parte trasera del vehículo.

    -Déjeme este por favor. ..- Intentó persuadirme.- tengo una reunión en breve y es importante…

    - No se apure-. Le corté.- Seguro que pasa otro enseguida.

Y ahí estaba él, inclinado y sorprendido. Mirándome fijamente como para dar crédito. Con su brazo izquierdo apoyado en techo del taxi y con la mano derecha sosteniendo la puerta abierta de par en par mientras la lluvia calaba su ropa.

-Muy bien...-. Me espetó dando un resoplido. Se sentó a mi lado cerrando con fuerza la puerta. Y me dijo con firme sentencia.- Lo compartiremos
    - ¿Se deciden?-. Apresuró el taxista.- ¡Estoy en doble fila!.
    -¿Qué me dice?.

-De acuerdo...claro... sin problemas.

Subidos ambos en aquel taxi y con la miradas esquivas centradas en nuestras respectivas ventanillas terminamos de acomodarnos. Comunicamos al conductor nuestras direcciones respectivas. Prácticamente íbamos en la misma dirección pero él se bajaba un par de calles antes.

Llevábamos unos minutos de trayecto cuando sin poder remediarlo se me escapó una sonrisa que acabó en una sonora carcajada. Mi acompañante por fin dejó de mirar el paisaje y centro su mirada en mi incrédulo por semejante situación supongo que pensando que me había vuelto loca. Incluso pude ver, al taxista mirarme de reojo desde el espejo interior del coche..

-¿Puedo saber que le hace tanta gracia, Madame?.

-Monsieur, Se acaba de Ud. de sentar encima de mi “Paris Mash” que esta aún más empapado que sus pantalones...pero si le sirve de consuelo le diré que tiene pegada a su trasero a la mismísima Carla Bruni paseando por los Campos Eliseos....

-Joder-. Soltó mientras inclinaba la cabeza hacia abajo e incorporándose un poco sacó la revista.- Tome  Madame, su revista.

- La dejaremos aquí en el taxi para el un próximo viajero-. Volví a no poder evitar el reírme pero no pude y él tampoco.

-Habían pronosticado lluvia... pero pero no el diluvio-. Dijo después de unos minutos de risa nerviosa e incontrolada.

-Sí es cierto-. Respondí con gesto infantil..

Notó la vibración de su móvil en su bolsillo. Se trataba de asuntos de trabajo. Unas diligencias que debía de ultimar antes de ir a ver a sus socios, por lo que se explicaba. El taxista sorteaba a las motos por las anchas avenidas, mientras yo miraba abstraída por la ventanilla.

Por fin llegó a su destino. Soltó al taxista un billete con el importe suficiente como para cubrir su carrera y la mía.

-Se cobra por favor de las dos servicios y quédese el cambio. Y esto para Ud. Madame, cómprese una revista nueva, y perdone mi torpeza.

-Gracias, pero no debe...

-No se preocupe y resguardese de la lluvia-. Dicho esto cerró la puerta del taxi y se marchó.

Salió corriendo con su maletín danzando en el aire y su chaqueta colocada graciosamente sobre su testa. Mi mirada le acompañó hasta que consiguió escabullirse entre el tumulto de gente. Respire hondo, o tal vez fue un suspiro. Un sonido reclamo mi atención....el móvil del taxista pensé; luego se repitió por dos veces de forma muy seguidas, procedía del suelo del coche. Miré y pude ver como el teléfono de aquel chico yacía sobre el enmoquetado. Lo tomé entre mis manos pero fui incapaz de manipularlo puesto que estaba protegido con clave.

Llegué a mi destino y realicé las gestiones que debía hacer. La lluvia había aflojado un poco pero aún caía por lo que me refugié en el descansillo de un portal. De repente, el “móvil misterioso” sonó con una música tan alegre y marchosa que no me parecía propia de aquel chico que se había tropezado conmigo en el taxi.

-Si?...-. Pregunté tímidamente

-Ufffff...Díos, menos mal que me ha contestado...¿Es ud. la chica del taxi, verdad?

-Sí, sí soy yo. Y Ud...es el chico... vamos... el dueño del teléfono.

-Así es y me encantaría, si me hace el favor, recuperarlo, si no le importa.

-Por supuesto, faltaría más-. Respondí solicita. - Veamos, en la calle donde iba, si recuerda, hay una oficina de correos...

-Sí la conozco bien.

-Bien, pues enfrente hay una cafetería que se llama... “Le Mistral”.

-Ya se, no hace falta que me explique mas. La he frecuentado alguna vez.

.- ¿Pues si le parece, en una hora nos podríamos ver allí?.

-Gracias, no sabe cuanto se lo agradezco-. Se le notaba sincero.- No se, si seré capaz de vivir una hora sin mi teléfono... pero muchísimas gracias-. Dicho esto, salí del descansillo de aquel portal. Por suerte un muchacho vendía paraguas por la calle. Compré uno y encaminé mis pasos hacia aquella cita inesperada.

No fue una hora. Fueron algo mas de hora y media. Y llevaba ya consumidos dos tés y media batería del móvil entre mensajes a Nathalie y mi amiga Monique, que cariñosamente llamaba “Ma petite Monique”.Por fin vi aparecer aquel chico alto que desapareció entre la gente y la lluvia. Observando su aspecto no podía negar que llevaba un mal día. Le hice un gesto llamativo a lo que contestó con otro que no sabría definir pero que me resultó simpático. Me espetó tres besos en ambas mejillas, a la francesa.

-Su teléfono, Monsieur-. Le dije alegremente.

-Me has salvado la vida-. Me guiñó el ojo mientras se pedía un café solo y yo una Perrier.

-Si llego a saber que es tan importante para Ud...

-Para ti-. Me corrigió.- Después de lo que hemos pasado creo que ya es hora de tutearnos.

-Bueno-. Corregí.- Si llego a saber que para “ti”, tu teléfono era tan importante, debería haber pedido rescate.

-¿Sabes?. Habría pagado un buen precio por el-. Se acerco casi pegando su cara a la mía.- No tienes idea de la información que guarda-. Dijo misteriosamente.- Seguridad Nacional...El futuro de Francia está ahí...-. Ingenua, me lo creí y tal fue la cara que debí haber puesto, que la carcajada me avergonzó y los dos terminamos riendo.

A una una cosumición le siguió. Y luego otra, así hasta que el local estaba para cerrar. Eramos los únicos clientes salvo el borrachín de la barra. La conversación giró por mil caminos diferentes y cada vez me parecía mas atractivo y sexy mi interlocutor. Se llamaba Etienne. Sus ojos eran de un tono verdoso, Su cabello moreno. Rondaba el 1,80 de comprensión delgada pero fuerte. Tenía una voz varonil y grave. Y una boca adornada con una perfecta dentadura.


La intensa lluvia había dado lugar a una fina capa de agua que acompasada y continua caía sobre las calles ya desiertas. Abrí mi paraguas e intenté con el proteger nuestros cuerpos. Etienne caballerosamente puso sobre mi su chaqueta y rodeo con su brazo izquierdo mis hombros. Me gustó su calor. Con su mano derecha agarraba el puño del paraguas donde nuestras manos sin escapatoria irremediablemente se juntaban. Nos miramos cómplices del momento.

Comenzamos a caminar en busca de un taxi. Y unas palabras susurradas golpearon mis oídos.

-Tu es très belle-. Y sentí sus labios calientes justo detrás del lóbulo de mi oreja. Giré mi cara y me encontré con su boca la cual no pude, ni quise evadir. Su brazo me aprisionó contra su pecho. Sus labios ágiles ofrecían la delicadeza de su sonrisa




Un vehículo que salía de un de un edificio interrumpió aquel momento. Detuvimos nuestros pasos sorprendidos por su proximidad haciéndonos retroceder un metro. El conductor nos miro con cara de pocos amigos y nos gritó algo. Nos miramos con sorpresa y reímos como dos adolescentes. El coche se incorporó a la carretera cuando Etienne me asió del brazo y de un movimiento preciso me introdujo en el interior de aquel parking. Corrimos rampa a bajo quedando encerrados y sumidos en la semioscuridad de aquel lugar.

Me llevó contra la pared. Sentía su fuerza la cual me atropellaba y no podía controlar. Sus manos acariciaban mi cuerpo . Me miró fijamente. Con su dedo pulgar tocó mi boca oprimiendo mis labios. Perfilandolos y recorriendolos como quien los dibuja. Cerré mis ojos y entreabrí mi boca. Haciendo nacer a cada instante y desde mi excitación la boca que el deseo inventa para él. Dejando que la yema de su dedo, el cual me quema toque la punta de mi lengua.

Me miró y se acercó más y más. Sus ojos se agrandaban y se mezclaban entre si, ante la proximidad de los míos. Nuestras narices se rozan en un baile de erotismo. Nuestros labios se buscan y se detienen creando una expectación inusitada. Respiramos confundidos. Finalmente tibios y febriles se avienen. Mordiéndose; apoyándose así, de forma caprichosa nuestras lenguas la una con la otra y rozándola superficie de los dientes. Jugando ambas, en torno a ese perímetro entre el aire pesado y caliente de nuestro aliento. Entonces Su mano se hunde en mi pelo enredándose. Poniendo a prueba cada mechón de mi melena a la subjetividad de sus dedos.

Vuelve a apoderarse de mi, subiéndome el vestido y levantándome en suspensión. Colocando mis mulos rodeando sus caderas me siento sujeta por su pecho y la pared.. Mis manos en ese instante torpes e imprecisas rompen algún botón de su camisa. Me gira en el aire y caigo sobre el capó de un Audi negro. Intento incorporarme y como una serpiente repto hacia luna delantera del coche. Me agarra de los tobillos y me separa las piernas llevándome hacia él para así hundir su cara en mi vientre. Estoy casi desnuda y a su mercé. Lo se y me gusta.

En arrebato, su mano agarra y arranca mi culotte. Lo rompe como si de papel se tratase.. Llena su boca con mi sexo. Siento como me humedezco sin control y como su lengua me penetra proporcionándome un placer enorme. Mis dientes aprisionan mis labios al punto de hacerme una pequeña herida que me deja en el paladar sabor a sangre. Me chupa... me penetra con sus dedos.... casi le suplico que pare... pero tampoco lo deseo.

Sube hasta mi boca y me besa mezclando mi saliva con la suya y haciéndome sentir mi sabor.
Se incorpora y desabrocha su cinturón. Observo la opulencia de su erección por encima de la tela de los pantalones. Mis dedos inquietos me van acariciando mientras él se libera. Se abre la camisa y puedo ver su torso y la plenitud de su miembro mientras se coloca el preservativo. Me parece enorme. Lo deseo dentro de mi.

Me agarra nuevamente de los tobillos y me arrastra hacia él. Sus manos soban con decisión mis pechos y noto como me penetra. Como se va moviendo dentro de mi. Le abrazo fuertemente. Casi le araño la espalda con mis uñas movida por el deseo, pero lo evita la camisa. Arqueo mi cuerpo y elevo mi vientre para favorecer la penetración. Dios como me llena, pienso.

El techo del parking se me nubla y sus embestidas son cada vez mas profundas y fuertes. No para follarme y mis zapatos caen con estrépito contra el suelo gris. En una de esas embestida se activa la alarma del Audi. Pero que importa. Solo importa él y yo.

Me voltea y aprisiona mi pecho contra el capó de vehículo de espaldas a él. Si entra alguien nos pillará ; me decía a mi misma y el morbo que representaba me excitaba más y más. Su sexo no me daba tregua. Sus manos recorrían mi espalda y agarraba de mis caderas. Mi respiración se confundía entre jadeos y vaivenes. No podía articular palabra. Me agarro del pelo y me hizo mirarle. Casi no me atrevía a fijar mi vista en sus ojos. No sabía cuantas veces había hecho contraer mis entrañas. Comenzaba a estar exhausta cuando de repente vierte sobre mi trasero su semen caliente que cae suave por mi piel y me lo unto como si de una crema se tratase. Mi mirada se torna cálida cuando él se acerca y me besa.

La alarma de coche seguía sonando. Nos vestimos a prisa. Cuando ya estábamos seguimos las indicaciones luminosas que indicaban la salida del aparcamiento. Entonces una de la puertas del lugar se abrió y una pareja mayor se cruzó con nosotros. Salimos al exterior por la zona vecinal.

La lluvia había cesado.



jueves, 20 de junio de 2013

                                 EL ARTISTA Y LA MODELO (7)


Sonaban las cuatro en punto y me dirigía rauda y veloz a la clase del profesor Dubois. Como cada martes y jueves desde que Nathalie me pidió sustituirla como modelo. Había estado posando para alumnos de diferentes cursos .No había faltado ni un solo día. El dinero que ganaba era un extra que no venía nada mal y aprovechaba aquellas horas en los que los estudiantes me escudriñaban antes de plasmar cada parte de mi en un lienzo virgen.

Me quité la camiseta, los tejanos y las Converse en el cuarto que tenía habilitado para ello. Lo doblé minuciosamente y lo guardé en la mochila. Con la ropa interior de finísimo algodón azul , hice lo mismo. Cogí un lienzo y me cubrí con él antes de entrar en la clase y saludar.

-Bonjour, monsieur Dubois
-Bonjour à tout le monde

-Bonjour, mademoiselle Juliette, respondieron al unísono.

Me posicioné en el diván y cubrí parte de mi sexo y el pecho con el lienzo inmaculado. Adopté la misma postura que las últimas semanas y me dediqué a observar a uno de los estudiantes que más cerca tenía. La clase se me pasaba volando.

Sabía perfectamente su nombre y la delicadeza con la que pintaba sus cuadros. Habíamos charlado alguna vez al terminar la clase, quedando siempre pendiente un café. A veces, nuestras miradas se cruzaban un instante pero por una u otra razón, la apartábamos de inmediato.

Era de tez morena y ojos marrones. Un cuerpo bien contorneado que me daba a entender que no solo cultivaba su mente sino también su físico. Me gustaba su sonrisa. Una sonrisa fresca.

La voz quebrada del profesor Dubois puso punto y final a aquella clase. Dí un pequeño saltito para levantarme del diván y me tapé por completo. Me despedía para irme a cambiar y escuché la voz de Jean Paul.

-Juliette, espera un momento. Me gustaría charlar contigo.

-Dime, Jean Paul, has terminado tu cuadro y quieres que le de el visto bueno?-: Pregunté entusiasmada

-Jajaja, me gustaría, aunque aún no lo finalicé. Si te apetece, podemos ir a tomar ese café que tenemos pendiente y después te muestro los cuadros que expuse hace un mes.

-Me parece estupendo, dame unos minutos para cambiarme y nos vemos en el café de abajo. Hasta ahora.

-Superbe!!

Me cambié tan rápido como pude y me encaminé hacia donde habíamos quedado. Allí estaba sonriendo, oculto tras unas gafas de sol. Se me hacía extraño verle sin la bata de la escuela. Llevaba una camisa azul de manga corta que dejaba ver unos brazos fuertes y un pantalón negro. Todo impoluto, lo cual me daba a entender que fuera de sus cuadros también era ordenado.

-Salut!!! dije sonriendo

-Salut Juliette!. Lástima que acabemos las clases hasta otoño.

-Sí, estoy completamente de acuerdo contigo.

En ese instante llegó el camarero que nos tomó nota.

-Para mí un té con leche, por favor

-Tomaré un café americano, bien cargado de café, por favor.

Durante casi una hora estuvimos hablando sin parar, de cuadros, de nuestros gustos, del tiempo que llevábamos viviendo en la ciudad...

-Vivo muy cerca de aquí, si quieres podemos pasar un instante por casa y te muestro los cuadros que te dije.

-Me parece buena idea-. Respondí. -Además, lo que queda de tarde no la tengo comprometida, algo poco habitual en mí

Caminamos despacio por las calles, sonriendo . Sabía que le gustaba por que con delicadeza, de cuando en cuando se acercaba un poco más a mí. Ligeros roces que tampoco me dejaban inmune ni trataba de evitar.

-Hemos llegado- me dio paso a subir por unas escaleras estrechas de un antiguo edificio.

Abrió la puerta y me dejó entrar caballerosamente. Era un piso antiguo pero bien decorado, olía a óleos lo cual me encantaba.

-Ven, pasa por aquí, es donde tengo los cuadros que expuse la última vez.
Fue destapandolos uno por uno y la habitación se lleno de color y pinceladas

-Oh! Menudo trabajo !!.Supongo que habrás tenido muy buenas críticas y casi estará ya vendido, le comenté .

Se encontraba a tan solo unos centímetros por detrás de mí y notaba el calor de su cuerpo acercarse por momentos. Me explicaba técnicas utilizadas en la realización de su cuadro hasta que noté sus manos tomando mis caderas. No hice nada por zafarme. Pegué mi cuerpo al suyo y noté una inminente erección en mi trasero. Me apretó contra él y empezó a besarme de manera muy húmeda desde el hombro hasta la nuca. Quise girarme pero me aprisionó con fuerza. Me dejé.

Me subió la camiseta hasta casi el pecho y se agachó suavemente para recorrer cada cm de mí cintura con la destreza de su boca. Me giró de nuevo antes de ponerse en pie, atraerme hacia su torso y besarme. No dudé un instante en dejarme arrastrar por ese arranque de deseo. Mientras lo hacía, desabrochaba los botones de su camisa,aunque si bien es cierto, se la habría arrancado. Tocaba su torso desnudo y su boca buscaba la mía hasta que acompasamos los besos, cada vez más profundos, más largos, más húmedos.

Empezó a caminar dirigiéndome de espaldas hasta la cama sin soltarme las caderas.. Me senté torpemente y se inclino sobre mí, deshaciéndose de mi camiseta sin separar nuestras bocas, mordiéndonos los labios. Me quitó el calzado a toda prisa seguido del pantalón, dejándome con el culotte a la altura de las rodillas. Fueron sus dientes quienes acabaron de sacarlo antes de avalanzarse sobre mí.

Me giró bruscamente, se sentó a horcajadas sobre mí trasero y empezó a apretarlo con fuerza, me giré un momento desafiándole con la mirada y fue suficiente para provocar que se bajase la cremallera del pantalón y viese aquella erección en todo su esplendor. Me recorrió las espalda con toda la humedad de su lengua haciendo que sintiese un escalofrío que me erizó la piel . Automáticamente ,eleve las caderas y la pelvis ofreciéndome. Cuando quise darme cuenta se abría paso en mi interior. Con toda fuerza y la suavidad de un sexo bien lubricado de tanto deseo. Me sujetaba las caderas con firmeza mientras se bamboleaba en mi interior, su respiración era profunda y la mía entrecortada.

-Plus fort-. Alcancé a decir.

-Qu´est ce que tu me as dit?

-Plus fort,plus fort, s´il te plaît

Las embestidas eran cada vez más fuertes y el cabecero de la cama temblaba en cada una de ellas. Soltó una de las manos con las que me asía y me sujetó fuertemente la melena sin dejar de moverse dentro de mí.

-Juliette?-

-Oui?. Tu es une petite salope

-Je sais- le respondí mirandole como una gata.

Salió de mi interior y se arrodilló frente a mi cara . Me faltó el tiempo para cogersela y llevarla a mi boca. Cada vez que entraba y salía formaba largos hilachones de fluidos entremezclados. Su respiración cada vez era más agitada y eso hacía que no parase ni tan siquiera a tomar aire.
De repente ,noté todo su estallido dentro de mi boca. Suaves movimientos de descarga a los cuales me acoplaba.

Se separó resoplando mientras me limpiaba maliciosamente con la lengua una pequeña gota que se deslizaba por la comisura de mis labios.

Le miré fijamente. -Jean Paul, me gusta el té con leche y a la camarera se le olvidó ponerlo. Gracias- le dije mientras le guiñaba un ojo.

-¿Te has quedado con ganas de más?.

-Jajajaja, ¿tú que crees?-. Respondí.

Apprend moi empezó a escucharse desde mi móvil. Lo busqué entre mis cosas . Le hice un gesto para que no hablase y pudiera entender mejor. Se tumbó en la cama mirándome atentamente mientras conversaba.

Me aplazaban una de las citas del trabajo y necesitaban mi firma para unos asuntos que tenía entre manos. Cuando finalizó la llamada , recuperé mi ropa y me vestí sonriente a toute vitesse.

-Como has escuchado, tengo que salir pitando. Menos mal que te dije que tenía la tarde libre-. Sonreí.

-¿Juliette, te volveré a ver?.

-Je ne sais pas encore.

domingo, 16 de junio de 2013

                                                      EL ÁTICO (6)

En la quinta planta de un edificio de Avignon y ya con algunos años pero bien conservado. Se erguía el sencillo ático donde Nathalie y yo tumbadas al Sol y ataviadas con nuestros respectivos trajes de baño, dorábamos nuestros cuerpos.

Mi pelo negro configuraba una media melena recogida a modo de coleta, donde un mechón, alegre y caprichoso de mi flequillo, caía sobre mi rostro. Nathalie, tumbaba su cuerpo delgado y sereno sobre una hamaca de mimbre oscuro.

Mirarla, era observar, la delicadeza del cincel de un artista griego. El cual podía emocionar , helar la sangre y detener al corazón por unos instantes. Su cuerpo armónico, bien desarrollado, era la perfecta conjunción de formas, estilo y presencia. Su pelo largo y rubio, era de un liso y de una suavidad que podía acomplejar a la mismísima seda. Alegre y vivaz. De lengua pícara y morbosa. El silencio no existía para ella, siempre tenía algo que decir y poseía la extraña facultad de encandilar los oídos. Sacó de su bolso una barra de labios de un rojo chillón que no me pasó inadvertido y se perfiló los labios.

    - ¿Qué te parece? -, pregunto curiosa Nathalie.

    - ¿La verdad?...pareces un putón de carretera. - Ambas estallamos en una carcajada cómplice
    .
    - Es justo lo que pretendo que piense aquel que me mire- Dijo, con evidente picardía.

    - Como si no lo supieran-, Contesté socarronamente.

El calor no daba tregua y Nathalie tenía la espalda al rojo vivo. Ni la mas leve brisa se levantaba para aliviar tanto sofoco.

-Dios, que día. Voy a ducharme.- Puntualizó y diciendo esto, se incorporó ágilmente de la hamaca. Tenía toda la espalda marcada por los pliegues de la toalla y los surcos de la colchoneta de su tumbona. Al poner los pies sobre el suelo buscó con urgencia sus chancletas.

Sin mediar palabra, se quitó la parte superior del bikini blanco dejando al descubierto sus pechos. No eran excesivamente grandes pero tampoco pequeños. Perfectos...o al menos eso pensé, mientras miraba sin complejos el vaivén de sus senos. El bochorno parecía ir en aumento, la piel quemaba y el sudor afloraba en mi frente . La escena no había hecho mas que comenzar.

Nathalie, tomó la manguera con la cual solía limpiar la terraza, para en esta ocasión, regarse así misma y refrescarse. Yo, no podía dejar de ver como el agua limpia y fresca la cubría. Era un espectáculo ver como bañaba su abdomen terso. Como su ombligo se inundaba lascivamente. Me quité las gafas de sol para contemplar sin obstáculos. La braguita del bikini se empapó rápidamente fundiéndose con su piel, dejando la transparencia de un pubis depilado. Su trasero se mostraba duro y bien puesto.
    - ¿Me ayudas, por favor, a quitar el nudo del top de mi bikini que se me ha enredado?-. Le pregunté

    - Claro, por supuesto. Dejame ver.- Respondió en un tono jovial. Sentí rozar la parte posterior de mi cuello con el dorso de la mano aun húmeda de Nathalie. Una escurridiza gota de agua pasó de sus dedos y me recorrió la columna provocando un escalofrío que me erizó la piel.
Me incorporé, emulando a mi compañera de piso y también me dí una ducha. Volví a mi tumbona y en un acto rápido y preciso me quité la braguita del bikini. Mi cuerpo quedó tendido hacia arriba y desnudo.

    - Tienes un cuerpo precioso.

    - Gracias, tu tampoco te puedes quejar....- Añadí.

    Se produjo un silencio largo y extraño.

Nathalie acariciaba su abdomen caliente por el sol. Su mirada penetrante me quemaba por dentro. Bajó sus manos hasta tocar la braguita del bikini. Sus dedos nerviosos jugaban a ocultarse entre su vientre y el bañador. Lentamente arqueó su cuerpo y extendió sus brazos bajándolos poco a poco. Algo se me alborotó. Mis mulos se apretaron el uno contra el otro. Mi corazón subió de revoluciones y mi sexo palpitaba movido por el deseo. Entonces se dio media vuelta y se tumbó boca abajo, ladeando su cabeza, hacia donde su vista se perdía entre tejados y antenas.

Un escalofrío recorrió su cuerpo desnudo, cuando la crema de sol cayó fría y lánguida sobre su espalda. Nathalie alzó la cabeza y observó como las gotas del bronceador se estrellaban contra ella.

-Relajate y disfruta-. Le susurre pausadamente a oído, para acto seguido, elevar mi cuerpo por encima del de ella, mientras esta se daba la vuelta y así, como quien se sube en una moto, acabar sentándome sobre la parte anterior de sus muslos. Mis rodillas descansaban junto a sus caderas ajustándonos a la perfección. Mi mano tibia se posó sobre su pecho, donde con mi dedo corazón untado en crema comenzó a extenderla en un movimiento circular. Luego, con mis dos manos empecé a masajearla. Sus pezones estaban duros y se hacían notar sobre aquella piel ardiente.

Estábamos embriagadas por las caricias y entregadas por completo. De repente sus manos comenzaron a masajear mi culo. Agarrarme los glúteos, separándolos, juntándolos y pellizcándomelos hasta marcar los dedos sobre ellos. Estaba enloquecida de placer.

Bajé hasta sentarme a los pies de ella y comencé a flotar con mis manos primero sus pies y luego sus largas piernas. Fue entonces cuando las separó ligeramente ofreciéndome sus muslos e invitándome a perderme en ellos. Ascendía con mis manos suaves pero firmes hasta notar la humedad de su sexo y de esta forma acariciarlo más allá de lo permitido.

EL éxtasis se apodero de Nathalie cuando introduje mi dedo indice en aquel coño mojado, mientras mi lengua hacia círculos sobre su clítoris abultado por el deseo y duro como una piedra. Se estremeció de placer al tiempo que agarraba la colchoneta de la tumbona entre sus manos fuertemente y yo me lo hacía a mi misma, loca de placer. Era espectacular cada vez que tocaba una vagina que no era la mía y me sentía terriblemente excitada.

Cuando todo acabó, ambas nos unimos en un abrazo donde las manos jugaban a descubrir caricias y nuestras bocas se fundían en largos besos.










miércoles, 12 de junio de 2013

                                                      LA DUCHA (5)


Llegó agotado a casa mientras la puerta de garaje se cerraba tras de él. Subió por el breve tramo de escalera que conducía hasta el salón donde elevó la intensidad de las luces halógenas. Pulsó el interruptor de las cortinas con el fin de correrlas y levantó un poco las persianas. Hacía calor pero el sistema de refrigeración cumplía eficientemente con su labor. El salón adquirió un acogedor aspecto y le reconfortó el hecho encontrar todo como cuando lo dejó.

Se desabrochó un par de botones de la camisa y colocó la chaqueta despreocupado sobre el sofá mientras se liberaba de la ataduras del cinturón que le oprimía. Fue a la cocina y se puso un poco de agua que bebió mesuradamente mientras por la ventana observaba la tranquilidad que confería la urbanización . Prendió su Mac, comprobó los correos de ese día e hizo alguna llamada de última hora.

Continuó desnudándose de camino a baño y dejó el resto de su ropa sobre el costoso galán que le regaron el día de su cumpleaños y que tenía la facultad de autoplanchar sus pantalones y camisas de un día para otro.

Abrió el agua caliente hasta lograr la temperatura optima. Se miró con aire resignado al espejo con la sensación de que ya le tocaba el hacer hueco en la agenda para acudir nuevamente al gimnasio. Alargó su mano para comprobar la calidez del agua y entró decidido con el ávido deseo de entregarse a ella.

Apoyó las manos contra la pared como haría un delincuente, en esas series de la tele y se dejó mimar por el encanto de la ducha. El agua se precipitaba tibia y complaciente. Caía con fuerza sobre su cabeza, resbalando por su pelo, por su nuca por su espalda...y ahí estaba yo; con mi sonrisa pícara. Acudiendo mi reflejo a su mente una y otra vez. le parecía sentir mi fragancia sobre su piel...la presión de mi mano sobre su cuerpo...y el dulce roce de mi cabello. El vapor empañaba la mampara y sus dedos escribían mi nombre sobre ella. Juliette...

Estiró el cuello elevando el rostro y el agua chocaba contra su cara . Abrió la boca dejando que penetrara así, con súbita violencia contra su garganta y paladar siendo expulsada con la misma opulencia con la que entraba. Dulce y caliente caía a borbotones por su barbilla, por su cuello. Se apresurada torrencial sobre su pecho... y sobre su polla ya erecta.

Sus manos enjabonaron su cuerpo y su miembro resbaladizo se dejaba acariciar por unas manos que no estaban y que era suplida por la suyas. Hacía tiempo que no se pajeaba de aquella manera; pero qué importaba, también hacia mucho tiempo que no se encontraba tan excitado. Estaba erecta, tan dura y tiesa como cuando en la adolescencia se le empalmaba por cualquier motivo o situación que era incapaz de controlar. La tomaba con ganas ejerciendo la presión adecuada, con movimientos continuos y progresivos. Se llevaba al limite, para así parar y jugar con si orgasmo retrasándolo.

Recordaba mis pechos en su boca. Visualizaba la tersura de mi piel y la presión de mis muslos. La firmeza de mi vientre. El sonido entrecortado de mi respiración a cada movimiento...., mi sexo mojado al tacto de sus dedos.

La ducha y el vapor impregnaban el baño. El corazón le iba a toda velocidad y la sangre afluía a su sexo de manera excepcional ... luego, dos sacudidas dominaron su cuerpo justo en el momento de sublime placer... de correrse.

Bajó al salón con el albornoz cubriéndole. Abrió la nevera y rescató un sandwich que aun tenía buena pinta. Se puso la televisión y se sentó en el sofá con el sandwich en una bandeja . Apartó a un lado la chaqueta que había dejado con anterioridad allí para no mojarla con roce de su cuerpo aun húmedo. Cuando observó en su bolsillo interior como asomaba un papel que no recordaba haber guardado allí. Se trataba de la factura del café y del te que tomó con Juliette en la estación de servicio. Cual sería su sorpresa cuando en su reverso y escrito a bolígrafo descubrió una dirección de correo electrónico y una firma:

Juliette.


lunes, 10 de junio de 2013

                                      NATHALIE (4)

Subí las escaleras rápidamente sin esperar a llamar al ascensor. La puerta, estaba abierta de par en par y al entrar ,sentí un millón de sensaciones al percibir ese olor a lavanda que tanto me gustaba.


- ¿Nathalie, tu es là?-. Pregunté mirando por todos lados. Me dirigí al que había sido mi cuarto durante los últimos casi cuatro años, donde la encontré estribada en el pasamos del balcón fumando un cigarrillo.

- Hay cosas que nunca cambian-. Le espeté mirándola de arriba abajo. Me devolvió la sonrisa antes de dar otra calada y guiñarme un ojo. Estaba muy guapa .Con unos piratas ceñidos y aquella camiseta de rayas blancas y naranjas que tanto le favorecía. El pelo de color rubio, seguía siendo uno de mis favoritos, aunque más de una vez y a mí pesar, había tratado de oscurecerlo.

Dejé la mochila sobre el suelo y me tumbé en la cama frente a ella.

-Dime, ¿qué has estado haciendo estos días sin mí?. Seguro que no me has echado de menos tanto como hice yo-. Dije, en tono jovial.

-Creo, que la que se olvidó de mí fuiste tú-. Sonrió. - A los hechos me remito, bombón . ¿Quién era el guaperas que te ha traído en coche hasta casa?.

Rompí en una carcajada mirando fijamente esos labios.

- Estás celosa!!- . Afirmé provocándola.

-En absoluto-, me respondió con la mirada muy fija.
Conforme hablábamos y nos mirábamos me iba deslizando sobre la cama hasta llegar al borde de la misma. Apoyé los codos y me sujete la cara esperando que se acercase. Tiró el cigarrillo por el balcón y se puso a mi altura, me besó en la comisura de los labios que marcando ligeramente de carmín los suyos antes de decirme.

-Te he echado mucho de menos, gatita, no vuelvas a dejarme sola tantos días o....

-o qué?...

-¿Así que es cierto que te ha puesto celosa verme con él?

-Puede ser-. Respondió mientras me acariciaba el hombro desnudo con su índice.-¿Me vas a contar como lo has conocido y qué habéis hecho?-. Preguntó mientras se tumbaba también sobre la cama.

Aproveché y de un salto cual felino me senté a horcajadas sobre su espalda. Me quité el vestido con habilidad . Tenía mucho calor y lo lancé por los aires. La canícula de esos días de verano y el volverla a ver me estaban matando. Hundí mi cara en su nuca y aspiré aquel aroma a ella, que no sé como lo hacía, pero me embriagaba de tal forma que me hacía perder el sentido.
-Lady Rebel, le dije mientras acariciaba sus hombros y besaba su nuca.

-Oui, comme toi!!.

Reímos a la par y le ayudé a quitarse la camiseta. Ambas llevábamos la ropa interior del mismo color negro que tanto nos gustaba. Me desabroché el sujetador al mismo tiempo que apretaba sus caderas con mis piernas notando el esplendor de su trasero en mi ya húmedo sexo. Se recostó apoyando la barbilla sobre las manos entrelazadas y descansé mi pecho sobre su espalda. Notaba su calor, lo cual hizo que automáticamente mi pecho se pusiera erecto.
-Qué te pasa , gatita, te caldeas?. Hoy no es un día especialmente frío-.Pasé mi mano por debajo y noté sus pezones erectos lo cual me hizo sacar una sonrisa pícara y maliciosa.

-Tanto como tú, petite salope

Deslicé mi mano bajo su cintura buscando lo que había bajo su pantalón suavemente. El tenerla tan cerca, me impacientaba de una manera incontrolable . No dudé un instante en bajarle el pantalón y dejárselo a la altura de las rodillas.
Me mordí el labio inferior mientras me dedicaba a jugar con sus nalgas entre mis manos. Se giró inesperadamente y me mordió los labios con mirada lasciva.
Nos enlazamos en un combate boca a boca que nos dejó sin respiración. Durante unos minutos nuestras lenguas copularon sin parar hasta que para recobrar el aliento nos separamos y me dijo sonriéndome:

-Bienvenue.



sábado, 8 de junio de 2013

                                  FIN DE TRAYECTO (3)

El sonido del motor se acalló y quedamos en silencio. No podía dejarla de mirar. Su sonrisa pícara me tenía absorto desde le primer momento en que la vi. Quiso que la llevase a una céntrica calle de Avignon. Se desabrochó el cinturón de seguridad y abrió la puerta con sumo cuidado, con el mismo con el que posicionó sus piernas para que el caprichoso vestido dejase entrever sus muslos.

Salió del vehículo y ahí estaba yo, mirándola con deseo irrefrenable y atento a cualquiera de sus movimientos. Abrí el maletero y saqué su mochila pensando que ahí se quedaba todo, que no la volvería a ver.

- Toma, aquí tienes tus cosas, no sea que te las olvides-. Sonrío mordiéndose los labios y bajó la mirada en un gesto de coquetería que me encandiló.

- Merçi, monsier, respondió cogiendo la bolsa.

- Supongo que aquí es donde nos despedimos- le dije. -Si te das cuenta, te vas y ni tan siquiera sé tu nombre.

- Qué importa -respondió ella-. Tal vez volvamos a vernos-. Continúo con tono sensual y enigmático. Sonreí moviendo la cabeza a un lado y otro. De repente, alguien gritó desde un balcón.

- Juliette??!!-. Me miro con los ojos ardiente y respondió antes de girarse.

- Oui, c´est moi.

Caminó rápido hacía uno de los portarles cercanos con la misma sensualidad que lo haría la propia concubina del diablo. Me quede inmóvil junto al coche, preguntándome, si quizá tenía razón y que no sería la última vez que la fuese a ver.
Justo al llegar al portal paró un instante y sacó algo de su bolso. Me miró mientras deslizaba una barra de labios rojo por toda la voluptuosidad de su boca.

- Merçi et à la prochaine!!-. No se despidió con un adiós sino con un hasta luego.

Sonreí y volví al coche deseándola tanto como la cuando la encontré. Giré la llave hasta que el motor se puso en marcha. Metí primera dedicandole una última mirada desde el retrovisor a aquella calle de Avignon. Continué mi camino con la certeza de que no sería la ultima vez que supiera de Juliette. Y yo, no suelo equivocarme. 

miércoles, 5 de junio de 2013

              El encuentro II

Hacía calor aquella tarde y el café con hielo me supo a gloria. Ella tomaba un té cuya etiqueta descansaba sobre sus dedos enredándose de forma juguetona entre el indice y el pulgar mientras el sobre de hierbas infusionaba en la taza. Su mirada escrutaba cada gesto que realizaba. Me sentía hipnotizado atrapado en su magnetismo. Mis palabras provocaban una retahíla de sonrisas a cual mas cautivadora. En tan breve espacio de tiempo pocas veces había experimentado una atracción mas sexual que con aquella muchacha llamada Juliette. Me preguntaba si ella sentía igual que yo pero intentaba driblar mis propios pensamientos y continuar de manera coherente con nuestra conversación.

-¿Por qué yo?.- Pregunté intrigado mirándola fijamente.- O tal vez no haya sido tu única elección.

- Eso no lo sabrás- Dijo sonriendo mientras acercaba el té elegantemente a los labios cuya marca quedarian impresos en la taza .-Pero te diré que te vi llegar..., que vas en la misma dirección que yo..., que viajas solo... y que me pareciste interesante.

-O sea, todo un acto de premeditación....

Oh, oui!...Y alevosía.- Concluyo Juliette. Ambos estallamos en una carcajada.

Llevaba un vestido de una tela que parecía liviana y suave (nunca fui muy ducho en tales aspectos por lo que omitiría la afirmación certera de si era hilo o gasa). Poseía un estampado florar de vivos colores y se ceñía a su cintura por un cinto ancho y marrón que hacia de su silueta un circuito de trazado peligroso. El pelo de un moreno azulado se posaba estudiado sobre unos hombros desnudos cuya piel se antojada mimada por el sol estival. Tenía una voz digna de las sirenas homéricas que apresaron los sentidos a Ulices (o así me parecía). Su leve deje galo y la concupiscencia de sus labios rojos despertaban mis instintos. Su cuerpo era armónico, su pecho no muy grande y bien formado, sus piernas largas y contoneadas...un lugar donde pecar.

Pasado un rato fuimos al coche y me dispuse a llenar el depósito antes de continuar trayecto. Juliette se sentó junto a mí en el lado del copiloto. Metí la manguera del surtidor y desde el parabrisas la imagen me deshizo. El vestido de Juliette se subió levemente a sentarse y casi podía ver el final de sus muslos . Ella me guiñó el ojo derecho y separó sutilmente sus piernas. Al principio me puse nervioso pero rápido me adapte la situación. Mire fijamente lo que parecía ser un tanga negro. Me sentí excitado, creo que se me notó y no hice nada por evitarlo.

Continuamos nuestra camino y a cada cambio de marcha mi mano chocaba sin complejos contra sus piernas. La conversación cada vez más incoherente fue dando lugar una serie de insinuaciones verbales que culminaron cuando ella puso su mano sobre mi muslo y mi mano correspondió de la misma manera.

Conduje durante unos kilómetros hasta llegar a un área de servicio. Salí de la autopista y procuré llegar a una zona tranquila. Paré, en lo que supuso una maniobra rápida. Nos quitamos los cinturones de seguridad y no hubo lugar para mas palabras. Mi cuerpo se abalanzo sobre ella como si de un tsunami se tratase. Llevado por la pasión y el deseo mi boca busco sus labios, besándolos, mordisqueandolos y chupándolos. Nuestras lenguas jugaban entre si. Mi mano buceó por la cara interna de sus muslos buscando su sexo. Estaba húmeda y eso me excitó aun más. Pude notar su estremecimiento cuando metí mis dedos dentro de ella.

Mi polla estaba dura, muy dura y Juliette me la agarraba por encima del pantalón. Inclinó todo el respaldo de su asiento y se escabulló hacia la parte trasera de vehículo. Desabroché mis pantalones mientras ella se deshacía de su tanga lanzandolo al asiento de piloto.

No sé cómo, volví a estar sobre ella agarrándole los pechos por debajo del sujetador que torpemente desabroche. Sus pezones estaban duros como piedras y sus tetas eran duras y firmes. Me empujó y caí sentado sobre el asiento. En unos movimientos ágiles ella se inclinó hacia mi y agarrándomela con fuerza se la metió en la boca. Fue espectacular sentir su garganta húmeda y caliente. Su lengua se entregaba con oficio a la mamada. Me quería morir de placer. Agarre de su pelo y apreté su cara contra mi miembro. Conseguí metersela entera en su garganta. Luego comenzó a besarme por el cuello y mientras tomaba mis manos disponiéndolas sobre su trasero.

Interrumpí aquel momento un segundo para sacar de guantera un preservativo que siempre llevo por si a caso. Ella lo tomo entre sus manos lo abrió y con delicadeza pasó a ponérmelo. Su cara era pura lascivia.

Se sentó sobre mi, metiéndosela hasta el fondo y comenzó a moverse. Sus movimientos de cadera eran exactos y precisos. Jugaba con la intensidad. Yo me escurría en entre sus muslos y me hundía en el asiento. La sensación era indescriptible. Sus jadeos eran un canto en mis oídos. Podía sentir cada vez que se corría y quedaba extasiado cada vez que elevaba sus brazos y tocaba el techo de mi coche....parecía arañarlo.

Los espasmos de su sexo oprimiendo al mio configuraba una sensación maravillosa. Me corrí como dominado por el diablo mientras apresaba su culo con fuerza contra mi. Creo, que nos corrimos juntos. No sé cuanto duró pero acabamos abrazados, sudorosos y completamente agotados.

Así sería mi primer encuentro con Juliette.

Bienvenidos a este su mundo.






domingo, 2 de junio de 2013


EL ENCUENTRO

Si has dado con este blog no es por casualidad. Ella, de alguna manera, ha confabulado para que así sea. Creed  lo que os digo porque igual hizo conmigo. Hablar de mi existencia  antes de hallarla es como adentrarse en el vacío. En aquellos años perdidos que llenaría intensamente con su extraña presencia. Como intenso era el aroma a lavanda silvestre, aquella tarde de julio cuando el Sol añil rasgaba el horizonte y la campiña provenzal se extendía ante mis ojos. Cuan lejos parece que fuera y cuan vivo en mi memoria.

Volvía de regreso tras unos días vacacionales por tierras galas. Me encontraba en una estación de servicio de la autopista en algún punto aproximado entre Orange y Avignon. Hasta ahí todo normal si no hubiese sido por aquella mano de piel blanca no muy grande y de dedos suaves que taciturna se me posó en el brazo. Yo me giré y las palabras chocaron contra mis labios torpemente ante la sonrisa mas sensual que recordar podía.

Quedé hipnotizado, perplejo y suspendido en su mirada. Me pidió si le permitía acompañarme en mi trayecto de regreso y como negarme cuando lo más dulce era dejarse atrapar.  

Su erotismo, su deseo, su descarada picaresca...y lo que a continuación pasó no tiene cabida en este prefacio. 

Hoy me pidió que hablara de ella. Que escribiera esta presentación como siempre con esa sutil y premeditada alevosía que se oculta tras su persona y le acompaña. 

Así es Juliette.