martes, 9 de septiembre de 2014

Moldeándonos (21)




Presioné el “off” de la máquina de correr y tomé agua de mi botella. Era tarde, muy tarde y el vaho que desprendían los cuerpos sudorosos impregnaba los cristales de la sala.

Me dolían los brazos y las piernas... me dolía todo. Que bien, pensé, cuando acabas un sesión dura y llevas tu resistencia al límite. Cuando el entreno, te hace creer que no puedes más y sacas esa fuerza que te empuja, en parte por orgullo y amor propio, en parte por ese deseo de superación.

Restregaba la muñequera de mi brazo ya empapada por la frente. El sudor impregnaba mi cuerpo y las gotas se deslizaban sobre la piel creando surcos que se difuminaban en la ropa.

Ya no quedaba nadie y las luces se iban apagando a mis espaldas en la sala de fitness. Las chicas ya se marchaban y el ruido de los secadores de pelo omitían el hilo musical.


Tomé una toalla de mi bolsa, así como el gel y el shampoo de mi neceser. Me deshice del suéter “nike” adherido al cuerpo a causa del sudor y las mayas negras. Con primor, me quité las zapatillas desanudando los cordones, dejando así, sobre mi cuerpo desnudo solo el tanga. Lié, la toalla rosa en torno a mi, púdicamente, y me encaminé hacia a la ducha.

Giré la llave del agua y esta comenzó a salir con fuerza. Primero comenzó a salir fría hasta que fue alcanzando la temperatura adecuada. Me quité la ropa interior, entre tanto y la coloqué en la esquina superior lateral, junto a la toalla.

El agua manaba caliente, entonces y deseable. Mis cabellos, se dejaban mimar entre mis manos . El shampoo desprendía un agradable olor y la espuma se desparramaba entre mis pechos y por mi abdomen.

El ruido ocasionado por el motor de los secadores se fueron apagando y la música volvió a escucharse. Las chicas se fueron marchando y yo disfrutaba de mi merecido baño.

  • No me esperas-. Escuche a mi espalda. Y unos brazos suaves y fuertes rodearon mis caderas
  • Pensé que aun no terminabas-. Repuse
  • Pues ya ves que sí...reconocería ese tanga entre mil y lo has puesto ahí como reclamo, malvada. ¿No te importará que me duche contigo?.

Nathalie me volteó con sutileza y sus labios se estamparon juntos a los míos. Su cuerpo estaba aun con la ropa interior que no tardó en empaparse con el el agua a la par que sus cabellos. Ropa intima que al empaparse dejaba translucir su sexo y sus pezones que se intuían erectos y duros.

Me empujo contra la pared de la ducha sacándome de chorro de agua, tomando así mi lugar y sosteniendo con fuerza las muñecas oprimiendo el dorso de mis manos contra la los azulejos blancos.


Intenté zafarme de estas que me atenazaban pero mis fuerzas escaseaban. Sus dientes
 mordisqueaban mis labios y los estiraba. Su lengua vivaz recorría sin reparo mi cuello y se apoderaba de mi boca. Mi aliento se topaba con su aliento. Mi deseo despertaba entre el suyo y deseaba más....más y mucho más.


Mis pechos era mas suyos que míos. Mi excitación que era nula hasta ese momento se torno endiabladamente feroz y lasciva. Volví a intentar liberar mis brazos pero no podía. Entonces ella me liberó y pude tan solo, arañar la pared dejando la huella de mis dedos sobre ella recorriéndola.

Acerté por fin a reaccionar y arranqué su tanga fucsia o “rosita putón” como ambas le llamábamos, que se desprendió de su cuerpo sin esfuerzo.

Mis dientes se clavaban en ella. Sus uñas como agujas de acupuntura se insertaban en mi carne. Mis pechos marcados por las hendiduras dejadas tras sus presión punzante eran enjugados por la humedad de su lengua.

Parecíamos dos boxeadores peleando en un mismo cuadrilátero, en un combate de pasión sin reglas. Las piernas que flaqueaban, doblándose sobre si mismas, me hicieron caer, postrándome de rodillas ante ella.

Levante su pierna derecha apoyándola a la altura de la rodilla sobre mi hombro izquierdo. Su sexo quedó abierto y expuesto. Mi boca se abalanzo sobre el. Mi lengua recorrió cada pliegue de su ser. Dulce y salado...relamía y chupaba cuanto mi deseo me empujaba.

El rumor del agua al caer se enriquecía de su gemidos. Estaba desatada,deseosa y fuera de mi.

Ahora era ella quien se sostenía apoyando sus manos sobre la pared de la ducha. Con su cabeza en hiperextención hacia atrás el pelo por los hombros, cayéndole el agua por sus pechos endurecidos.

Mi dedo medio e indice se introdujeron en ella. Entrando y saliendo en premeditados movimientos, mientras mi pulgar flotaba junto con mi lengua su clítoris henchido.

Su respiración, se fue entrecortando. Sus jadeos, antes tímidos se hicieron, cada vez, mas sonoros en incipientes. Su vientre se elevaba y descendía cabalgando sobre mis dedos empapados de ella. Su ojos parecían retorcerse sobre sus órbitas ocultándose tras sus pestañas mojadas. Entonces en pleno éxtasis sus piernas no resistieron mas y sedieron, cayendo como una fruta madura sobre mi. Su boca buscó mi boca. Ya sin la misma fuerza, sólo con el rescoldo de un último aliento. Sus manos buscaron mi vientre y no tardando mi sexo...el cual, la esperaba.

Sus dedos entraron en mi. Me ardían la venas, la sangre bullía amotinándose dentro de mi. Mi cabeza, se nublaba; mi mirada se perdía. Mi cara descansaba sobre su hombro y mis ahogados gemidos se perdían en sus oídos.

Me encontraba al borde del orgasmo. Un par de sacudidas más, solo un par serían suficientes y así fue. Mis muslos apretaron su mano súbitamente. Fue un placer que me paralizó mientras sacaba lenta y suave sus dedos de mi.

El agua caliente seguía cayendo sobre nosotras. Nos levantamos como buenamente pudimos y terminamos de ducharnos...esta vez sí....juntas pero no revueltas.