A las 16.45h de un
primero de Julio, en plena ebullición turística y con un retraso de
veinte minutos sobrevolando en círculos la ciudad, nuestro avión
tomó tierra en Barcelona. Atrás habían quedado los libros, los
apuntes y las clases.
Por fin habíamos acabado
la carrera y junto a Nathalie deseaba celebrarlo por todo lo alto en
la ciudad de Gaudí. No fue un año lectivo fácil, habíamos
trabajado mucho y muy duro para acabar con una nota alta de cara a un
futuro laboral interesante ,por lo que ahora tocaba disfrutar del
verano y así lo comunique a todos mis amigos de facebook y hasta en
mi estado de Whatsaap pusimos un “dos locas por Barcelona”.
Ya en alguna ocasión
había tratado con Mario la posibilidad de hacerle una visita y
volver a una de las ciudades mas Cosmopolitas de Europa donde la
diversidad cultural, el arte y la diversión están a la orden del
día.
Así pues, recogimos
nuestro equipaje no sin antes retocarnos el maquillaje en el aseo
dispuesto junto a la cinta de maletas y arreglarnos un poco el pelo..
EL aeropuerto de Prat era
un hervidero de gente que deambulaban de ventanilla en ventanilla,
entre carreras y esperas agotadoras. Los puntos de destinos y las
llegadas parpadeaban en las pantallas de información a un ritmo
constante.
Entre toda aquella gente
esperábamos encontrar a alguien de la agencia de viajes que nos
haría el transfer al hotel. Lo que encontramos fue a un señor de
uno cincuenta años con un cartel sostenido con una mano por cima
casi de su cabeza que decía. “Srta. Declercq”.
- Hola, soy Juliette Declercq!-. Dije a aquel señor, el cual me devolvió una amigable sonrisa.
- Srta. Declercq, me llamo Xavier y me han mandado de agencia para que les lleve a su hotel.
- Si, claro perfecto-. Repuse con igual cortesía, mientras observaba a Nathalie, la cual no entendía muy bien español y me miraba interrogativa.
Salimos de la terminal y
un lujoso mercedes negro nos esperaba. Xavier nos abrió la puerta
trasera del vehículo y se ocupó de guardar nuestras maletas. Luego
nos pregunto qué tal había sido el vuelo y sorteando algún bus
tomó dirección a la ciudad.
- Esta es nuestra dirección-. Dije mostrando mi reserva de hotel.
- No se preocupe Srta. Declercq ya conozco la dirección. Contestó educadamente
Nathalie estaba encantada,
era su primera vez en Barcelona y no paraba de hacer llamadas y fotos
con su teléfono a todo cuanto veía. Contenta como una japonesa con
cámara nueva, me miraba y abrazaba en cuanto tenia oportunidad.
La ciudad se abrió a mar
con una espectacular vista del paseo marítimo y el Port Bell. A
nuestra derecha quedaba el Maremágnum y a la izquierda se levantaba
omnipresente la estatua de Colón.
El coche paró en la
puerta de un hotel, que para nada, era el hotel modesto que yo había
reservado. Xavier nos conminó a bajar del vehículo y sacó
nuestras maletas decididamente.
- Perdón, pero esto debe tratarse de un error....
- Me acompañan, por favor...- Dijo interrumpiendo mis palabras y dándonos paso para que entráramos primero
- Sí, pero...-. Entramos en el hall, el cual era sencillamente espectacular.
- Perdón..., repito, pero esto es sin duda un error
- No hay error, Juliette. Bienvenidas a Barcelona y a mi humilde hotel-. Dijo una voz familiar a nuestras espaldas.Nos volvimos como impulsadas por un resorte. No daba crédito...no podía creerlo.
- Put...eh...Mario??
- Espero hayáis tenido un buen viaje. En breve, podréis acomodaros en vuestra suite que ya está dispuesta-. Dijo dándonos dos besos a cada una. -Dos besos que estamos en España, Alevosa Juliette, y no te preocupes por nada que tu reserva ya me encargué de anularla. Esta es mi pequeña
- ¿Tu hotel?..¿Eres dueño de este hotel?. Pregunte incrédula.
- No, de este no...solo soy dueño de una pequeña porción de acciones pero tranquila que todo cuanto, entre estas paredes deseis, corre a cuenta de la casa.
- ¡Es demasiado!...Tomaré un taxi y ya buscaremos algo..
- El equipaje esta ya en la habitación.- Dijo silenciando mis palabras. Tomó la mano de Nathalie quien estaba disfrutando con todo aquello como una cría y arrastro sus pasos hasta el ascensor.- Si no lo merecieras, Juliette no lo haría, créeme.
- Voy a matarte.- Sentencié
- Si es que aún te quedan fuerzas después de ver la suite presidencial.
Efectivamente, la
habitación no desmerecía las expectativas creadas. Las vistas de la
ciudad y el mar desde la enorme terraza, nos dejó heladas. Una
terraza de unos treinta metros cuadrados, suelo de parqué y un
enorme jacuzzi donde disfrutar de las vistas mientras realizabas un
relajante baño. Y eso, precisamente en los que Nathalie y yo
hicimos.
La tarde transcurrió
sumamente divertida. Xavier, nos realizó una visita visual desde el
coche y nos llevó, allá donde quisimos. Recorrimos las anchas
avenidas, como dos locas, de ambulando de tienda en tienda, sin
parar, quemando nuestros ahorros.
La cena estaba reservada
en uno de los restaurantes del hotel. Allí Mario, nos esperaba en
una elegante mesa con varios camareros a nuestro servicio. Nos
pusimos unos vestidos que compramos esa misma tarde. El mío
entallado en negro y blanco dejando al descubierto mis hombros y
piernas. El de Nathalie rojo, al mismo estilo de talle y ambas con
elegantes sandalias a juego. Hablamos de todo un poco.
Me comentó que ya que
había acabado mis estudios y que poseía experiencia en el sector.
Que su grupo abría próximamente un Hotel en Paris, y que sería
ideal para el puesto de subdirectora dado mi nivel de español, por
supuesto no acepté en el momento pero le dije que me lo pensaría.
La cena fue divertida pero
no tanto como lo que vino luego.
Era de madrugada bien
entrada, no sabría decir la hora, los mojitos, la música y el calor
embriagaba nuestros sentidos. Estábamos en la zona Vip de una de las
más aclamadas salas del puerto de Barcelona. El ambiente era total.
Mario tomaba su copa
pegado a la barra próximo a nosotras. Sin dejar de mirar mis
movimientos a ritmo de la música y a la sensual Nathalie pegando su
cuerpo al mio.
Me acerque a él, quien
sin soltar su copa se dejó llevar como aquella noche en el hotel de Avignon. Sus pasos eran toscos, poco coordinados, y la verdad, que no
muy diestro en el arte del baile. Puse sus manos al rededor de mi
cintura y comenzó a entonarse.
Extendí mi brazo a su
espaldas para tomar la mano de mi amiga y de esta forma la acerque a
la espalda de Mario. Este quedó atrapado entre el calor de nuestros
cuerpos y la voluptuosidad de nuestro pecho contra él.
Mario entornó sus ojos.
Mi amiga rozaba con su melena rubia la nuca expuesta y despejada de
este. Yo jugaba con mis labios sobre su cuello, un cuello que se
dejaba mimar a los encantos de mi boca. Boca que se encontraba con la
de Nathalie y luego acaba en la de Mario.
La música iba a más así
como el como el calor que íbamos sintiendo. Nos pusimos justo debajo
de un cañón de aire. Algunos chicos y chicas, no ajenos aquella
escena, nos miraban. Era un juego y era divertido. Las manos de
Mario, expeditivas cartografiaban la orografía de mi cuerpo. Sinuosa
a veces, enigmáticas y peligrosas otras.
De repente Nathalie se
separó de nosotros arrastrada por los brazos de uno chico que estaba
con un grupo de amigos. Mas tarde, sabría que era un americano
integrante de un equipo de fútbol universitario, que estaban de
vacaciones en Barcelona. Así fue, como la perdí vista, el rato que
yo también, me perdí con Mario en el reservado del local.
Lo tumbe sobre un sofá
que parecía una cama. Se trataba de un reservado no muy grande
dispuesto en una segunda planta cuyas paredes eran espejos que nos
protegían de miradas y en cambio nosotros, visualizábamos
perfectamente todo el local.
La música llegaba en todo
su esplendor y disfrutábamos de acceso a bebidas sin límite.
Pedí que desabrochase su
pantalón mientras retocaba mis labios, de un rojo fuerte casi
sangre. Lo hice de forma burda ,sin perfilar, dejando una raya que
recorría mi mejilla. Su miembro estaba tan duro como lo recordaba de
otras veces. Tomé un pequeño sorbo de su copa, lo suficiente para
retenerlo en mi paladar y al meterme su miembro notara el contraste
del calor de mi boca con el frío de la bebida.
Primero comencé a lamer
lentamente, poco a poco adaptando mi garganta al grosor y la
longitud de su miembro. Cada vez iba mas adentro y mas profunda.
Llenando mi boca de tal forma, que me faltaba la respiración y
perdía el aliento.
La saliva se iba
espesando y lubricaba el cuerpo de su pene más y más, haciendo que
entrara en su totalidad. Las arcadas me sobrevenían y las aguantaba
gustosamente, no sin esfuerzo.
Mis pechos se pusieron
duros y excitados. Los pezones se marcaban pese a la ropa. Mario se
dejaba hacer y yo hacía.
Mi mano masturba con ganas
aquel miembro al ritmo que mi boca trabajaba. La suya buscaba
enredarse en mi pelo.
Noté el sabor previo de
la eyaculación. Entonces ,paré para evitar que se corriera antes de
satisfacerme yo.
Me incorpore y saque un
condón que llevaba entrampado entre mis pechos y el sujetador.
Dispuesto con elegancia y picardía para la ocasión. Lo abrí, y se
lo puse, como no podía ser de otra forma, con la sutileza de mi
boca.
Me quité el tanga que ese
día había comprado para el evento. Subí mi falda a la altura de la
cintura y comencé a hablarle en francés. Me senté encima de
él...cabalgándolo. Escuchando de fondo a Ariane Moffat y su “Soleil
Chaleur”. Cada centímetro que me entraba me desataba mas. Me hacía
perder la razón... y entonces, sólo hubo música, sólo hubo...
ritmo. Mi cuerpo bailó sobre el suyo, dominándolo y atrapándolo
por mi impúdico deseo hasta corrernos juntos.
Regresamos a la fiesta. Al
rato reapareció mi amiga. Parecía satisfecha por su sonrisa.
Con los primeros rayos de
sol sobre el mar, Mario nos dejó a las puertas del hotel. Entramos
solas, cansadas y con ganas de estar juntas...